Anagramas

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Deseo y decepción

Si Antes del estreno era una película concentrada, de cámara, sobre la neurosis, contradicciones e inseguridades de una actriz (Erica Rivas) a poco de presentar su nueva obra de teatro, Anagramas resulta una apuesta mucho más abarcadora, amplia, coral, pero con un espíritu similar que remite como principal referente al cine de John Cassavetes. De hecho, está presentada como la segunda entrega del Manifiesto Grupo Acción, que celebra la creación colectiva con mucho de experimentación e independencia (este proyecto fue concebido con un presupuesto mínimo y en blanco y negro).

En su quinto largometraje, el director de Toda la gente sola y Las hermanas L pierde parte de la intensidad emocional alcanzada en su notable film anterior. La acción aquí se divide entre tres subtramas (la de un matrimonio en crisis con tres hijos, la de una pareja gay y la de una joven harta de su marido, un director de teatro presuntuoso y maltratador más pendiente de su nueva obra y de sus actrices) que se irán entrecruzando y complejizando.

Giralt se ocupó de casi todos los rubros (con la excepción de la música y el sonido) y apostó a la desmesura y al artificio, con un tono en las actuaciones (con algo de exageración y bastante de griterío) que puede irritar a los cultores del naturalismo y la austeridad formal.

De todas maneras, si el espectador logra ingresar en el registro y los códigos que proponen Giralt y sus intérpretes, el film ofrece unas cuantas observaciones punzantes y provocadoras (llenas de misterio y fantasía) sobre el amor, el deseo y la infidelidad, la identidad sexual, la paternidad/maternidad, la fragilidad íntima y el proceso de creación artística. No es poco.