Amsterdam

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

«Ámsterdam» es un drama histórico, en donde suspenso, acción y comedia se mixturan. David O. Russell trae a la gran pantalla la adaptación de un hecho real: el complot para derrocar a Franklin Roosevelt, tramado por altas esferas del mundo de los negocios en 1933. El director de “American Hustle” (2013) y “Joy” (2015) lleva a la gran pantalla un ejercicio cinematográfico que no se parece en nada a lo abordado previamente durante su trayectoria. Para ello, se reúne de un elenco de ensueño, compuesto por Christian Bale, Margot Robbie, John David Washington, Chris Rock, Anya Taylor-Joy, Zoe Saldaña, Mike Myers, Michael Shannon, Timothy Olyphant, Taylor Swift, Matthias Schoenaerts, Alessandro Nivola, Rami Malek y Robert De Niro.

Un acto de conspiración atenta contra el régimen democrático más sólido del mundo, un imperio tambalea a las puertas de la Segunda Guerra Mundial. En el Viejo Continente, en nacionalsocialismo asciende, y el film prefigura cierto mensaje social, impostando una seriedad que no acaba de consolidarse en medio de una propuesta que, ni estética ni conceptualmente, consigue conformar uniforme identidad. Subtramas enrevesadas exploran una vertiente del whodunit literario: se busca el culpable de un crimen y la exoneración de inocentes acusados. Hay corrupción por doquier, pero la maldad humana es mostrada con torpeza y patetismo. El tono de absurdo verosímil intentará justificar lo forzado de una narrativa concebida a medio camino entre diálogos que flaquean y confusos episodios. Quien mucho abarca poco aprieta, los casi ciento cuarenta minutos de metraje se dejan sentir.

Un excesivamente extenso flashback se convierte en excusa para refrendar los valores de una amistad por la cual la búsqueda de la justicia se torna menester. El nacimiento del estrecho vínculo amistoso no acabar de cuajar. La suma de las partes no siempre da rédito favorable. Una galería de personajes desfilan ante nuestros ojos; la avenida de exploración se ensancha imaginando un formato seriado. Es de destacar que Russell se muestra sumamente inventivo con la cámara y presume de su buen gusto estilístico: persigue ángulos que pretenden originalidad y virtuosismo, mientras una gran recreación de época nos sitúa en coordenadas históricas precisas. Daniel Pamberton compone la acertada banda sonora, mientras que Emmanuel Lubezki es un nombre propio del mundo de la fotografía que eleva el nivel técnico de la propuesta.

Puede que en manos de Wes Anderson “Ámsterdam” hubiera resultado más ambiciosa que caprichosa. Resulta inevitable no encontrar analogías en ciertas escenas. Pero, elegancia y retórica no igualan a ingenio, no en esta ocasión. El potencial es inconcluso. No alcanza con que Robert De Niro siga cautivándonos. Tampoco con ver crecer a John David Washington en tiempo real, y para orgullo del gran Denzel. Si bien Margot nació para seducir plano por plano, a la película le falta ese plus. A oscuras elegimos creer, y que no es descuido lo que prima. Pero sí…Christian Bale guiña su ojo de vidrio luego de evitarlo con bastante esmero. ¿Es que el director ha olvidado la regla básica? Sucede que en el cine casi todo es posible…