Ambulancia

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Ernst Lubitsch, uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos dijo alguna vez: “Hay infinitos lugares donde poner la cámara, pero sólo uno correcto”. Bueno, Michael Bay no conoció a Ernst Lubitsch o al menos no la segunda parte de la frase. Michael Bay pone la cámara en cualquier lado. Ojalá fuera metafórico o una exageración. En sus películas más desaforadas, como los films de Transformers todo es ruido y caos, pero aquí, donde el mundo es el mismo que habitamos todos, se nota mucho más la arbitrariedad ilimitada del trabajo del director.

Un veterano de guerra necesita desesperadamente dinero para cubrir las deudas médicas de su esposa y decide entonces recurrir a su hermano adoptivo, Danny, quien le ofrece participar del más grande robo a un banco de la historia de la ciudad. Por supuesto que el robo sale mal y ambos terminan secuestrando una ambulancia con un policía herido y una paramédica. Todas las fuerzas de seguridad de la ciudad saldrán ahora detrás de ellas en una espectacular persecución.

Michael Bay está convencido de que puede hacer cualquier tontería con la cámara y que no puede salir mal. Hay algunas tomas que son directamente abyectas desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico. De golpe un plano es un movimiento de cámara que trepa o desciende por los costados de los edificios sin finalmente no tomar nada de la acción principal. Entre tanta tontería hay algunos planos bien logrados, porque sus experimentos sin sentido son como un reloj descompuesto, dan la hora aunque sea dos veces al día. Michael Bay es un autor. Su costoso, feo, arbitrario y confuso estilo es fácil de reconocer. Hay tanto descontrol que parece que al final el desastre dará toda la vuelta y el ridículo se volverá genial. No pasa, en mitad de ese sueño todo se derrumba. No es difícil pensar que hubiera pasado si esta historia la hubiera dirigido Tony Scott, alguien con un estilo excesivo pero capaz de darle algo de cine a este tipo de películas.