Amantes por un día

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

EL PROFESOR, SU HIJA Y SU AMANTE

Philippe Garrel parece hacer, con variaciones, siempre la misma película: dramas existenciales sobre el amor y la sexualidad como elementos políticos, que a veces prescinden de algunos recursos narrativos como la estructura dramática. Explícitamente escritas (no desprecian el guión aunque pretenden hacerlo invisible), sus películas transcurren entre diálogos profundos y la histeria que los sentimientos provocan en sus personajes. Y el director hace esto, también, repitiendo algunos recursos audiovisuales como el blanco y negro que reina en su último film, Amantes por un día y que se relaciona con la anterior A la sombra de las mujeres. Heredero de la Nouvelle Vague, Garrel -además- es un realizador veterano que ha venido filmando durante los últimos 40 años con envidiable regularidad. Por eso que sus películas puedan ser vistas como un todo, una obra gigante que reflexiona sobre los vínculos entre las personas atravesados por el tiempo que habitan, no sólo en la película sino también fuera de ella. El amor y la sexualidad, o la mirada sobre ellos, necesariamente tallados por el clima de época. Aquí el feminismo es un elemento fundamental.

Los hombres son propensos a engañar, por eso hay que engañarlos antes de que eso suceda. Palabras más palabras menos es lo que Ariane le dice a Jeanne, la hija de su amante. Ambas comparten edad y espacio: la joven Jeanne fue cortada por su novio y se fue a refugiar al hogar paterno. La sorpresa es que su padre, un profesor, vive con una joven, que es su alumna. Relación secreta que ambos mantienen en una convivencia no declarada y que alimentan con encuentros subrepticios en el baño del colegio. La dinámica que se va generando entre los tres personajes es lo principal en Amantes por un día, muy especialmente lo que sucede entre las dos mujeres: en un comienzo, será Ariane la que busque consolar a Jeanne, la que le diga que todos los hombres son iguales, que la vida es larga y los amantes se acumularán, que nadie vale tanto como para despreciarnos a nosotros mismos. Hay una amistad femenina que se va construyendo, que crece en implicancias a partir del vínculo que cada una tiene con el hombre en cuestión: la amante y la hija. Y hay un hombre que, a pesar de cierto aire progresista en su mirada, no puede más que reproducir una estructura conservadora. En esta suerte de lucha de géneros, Garrel nos dice que si en el presente el sexo puede ser un elemento prescindible y hasta un material de intercambio, el amor es otra cosa y es ahí donde todo se complica y se enturbia.

El gran acierto de Garrel y sus tres guionistas (entre ellos, el mítico Jean-Claude Carrière) es que a pesar de registrar un universo intelectual, sus criaturas nunca dejan de ser seres humanos. Parece una tontería, pero no lo es: la seducción por la palabra, por la introspección y la reflexión existencialista lleva muchas veces a un cine académico y recargado. Por el contrario, Amantes por un día seduce al espectador no sólo por una duración mínima (75 minutos) que obliga a la concentración dramática, sino además por la inteligencia con la que el director va moviendo las piezas sutilmente hasta atraparnos en ese triángulo. Tal vez para una película que busca hacer invisible su guión, hay una circularidad hacia el final (quién consuela a quién en un principio, y cómo y por qué las cosas se revierten luego) que resulta demasiado marcada y hace evidente el recurso. Es apenas un pequeño ruido en un film que tal vez por su concentración en tres personajes carece de otros niveles de lectura, pero que indudablemente demuestra la sabiduría de un director veterano que siempre logra ser actual.