Amantes por un día

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Intensidad e ironías del corazón

Y Philippe Garrel continúa haciendo exactamente lo que se espera de él: Amantes por un Día (L'Amant d'un Jour, 2017) viene a cerrar la denominada “trilogía del amor” del parisino, esa que está compuesta además por las igualmente amables Jealousy (La Jalousie, 2013) y A la Sombra de las Mujeres (L'Ombre des Femmes, 2015), todos trabajos en blanco y negro y encarados desde ese romanticismo elegante tan característico de los galos. Aquí una vez más el director y guionista, uno de los pocos con vida cuyo pasado profesional se remonta a nada menos que los inicios de la Nouvelle Vague, deja bien en claro que su horizonte artístico para analizar el amor sigue siendo el cine de François Truffaut, tomando como referencia a Jules y Jim (Jules et Jim, 1962), La Piel Suave (La Peau Douce, 1964) y la pentalogía de Antoine Doinel, en especial Antoine y Colette (Antoine et Colette, 1962).

En cierto sentido se podría afirmar que la película que nos ocupa es la más minimalista de la trilogía, lo que ya es decir mucho porque todas son muy despojadas a nivel formal y se mueven gustosas en un registro -entre naturalista y semi poético- en el que lo único rimbombante son las emociones de los protagonistas, las cuales por supuesto siempre giran en torno a los vaivenes más honestos del corazón, esos que hoy por hoy casi no encuentran representación dentro de los confines del séptimo arte. De hecho, qué desahuciado estará el ámbito cinematográfico contemporáneo en materia de historias mínimas de calidad que Garrel, un típico “autor de segunda línea” de antaño, viene experimentando un revival moderado desde la década anterior que permite que sus obras se estrenen en geografías tan inhóspitas como la Argentina y hasta se lo invite al BAFICI, como ocurrió recientemente.

Ahora la trama gira alrededor de tres personajes principales, el profesor universitario Gilles (Éric Caravaca), su hija veinteañera Jeanne (Esther Garrel) y la novia del primero Ariane (Louise Chevillotte), otrora una de sus estudiantes. Todo comienza cuando Jeanne se aparece en el departamento de Gilles porque su pareja Matéo (Paul Toucang) la echó del hogar compartido, pidiéndole asilo por el momento a su padre entre lágrimas. La muchacha descubre de inmediato que Gilles está en una relación con Ariane, una chica que tiene prácticamente su misma edad y que vive con el hombre. La convivencia resulta llevadera y sobrepasa las suspicacias iniciales, generando secretos dolorosos entre las mujeres que deciden ocultar a Gilles: Jeanne es rescatada por Ariane de un intento de suicidio (pretendía saltar por la ventana por no poder soportar el calvario provocado por la ruptura) y Jeanne a su vez se topa en un kiosco de revistas con Ariane desnuda en la portada de una publicación (la joven se sometió a una sesión de fotos pornos simplemente porque necesitaba el dinero).

Como siempre en el caso de Garrel, las verdaderas complicaciones llegan de la mano de las infidelidades y de una falsa actitud de tolerancia -clásica de los burgueses- que se hace añicos porque la tendencia a la monogamia es más fuerte que cualquier planteo orientado a mostrarse abierto ante los caprichos del deseo: los repetidos encuentros sexuales de Ariane con diversos hombres hacen que Gilles termine de estallar. Por otro lado, Amantes por un Día juega asimismo con la ironía que trae a colación el vínculo de Jeanne con Matéo, ya que lo que parecía roto de a poco se reconstruye en clara contraposición con la relación entre Gilles y Ariane, un enlace que parecía firme al principio y progresivamente se desvanece. Sin llegar a ser una maravilla pero portadora de momentos de una verdad sutil acerca de la intensidad amatoria, la película es interesante por derecho propio a condición de que se acepte que no aporta nada original y que funciona como un “retro relato” que pretende duplicar -con un éxito más que respetable- el trasfondo de la Nouvelle Vague…