Alptraum

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

DEMASIADOS DEMONIOS INTERNOS

Luego de su ópera prima, Todos tenemos un plan, Ana Piterbarg parece ofrecer con Alptraum una propuesta radicalmente distinta desde el estilo, la estética y el modelo de producción -antes bien encasillado en el thriller, con amplio presupuesto y figuras destacadas; ahora con una mixtura de géneros y atmósferas, con un nivel de elaboración más ligado al cine independiente, aunque en el fondo hay unas cuantas continuidades-. Estamos otra vez ante un film que busca inquietar desde su análisis de los demonios internos que aquejan al ser humano, particularmente a la mente masculina, que es observada (y deconstruida) desde una perspectiva femenina como la de la realizadora.

Si hay algo en lo que Piterbarg no escatima es en la ambición, a partir de la historia de Andreas (Germán Rodríguez), un actor profundamente obsesivo, posesivo y paranoico, quien luego de separarse de su novia se muda a un departamento que le presta su tío, donde conoce a una traductora alemana, al mismo tiempo que crecen en intensidad y frecuencia sus pesadillas donde lo persigue una bestia de carácter mitológico llamada Krampus. Todos estos eventos no hacen más que fomentar sus problemas ya latentes, llevándolo a quedar atrapado de manera cada más profunda en su propio mundo. En Alptraum sobrevuelan varios temas y líneas narrativas, todas focalizadas en un protagonista con el que es difícil empatizar: el carácter entre insistente y persecutorio de cierta masculinidad, esa manía auto-flagelante que caracteriza a muchos artistas, lo mitológico como metáfora de lo humano y las delgadas líneas entre lo real y lo onírico. Todo eso enmarcado en una puesta en blanco y negro que contiene varios lazos con el expresionismo o etapas iniciales de los cines de David Lynch y Roman Polanski.

Pero son tantos los elementos que Piterbarg despliega en el relato que Alptraum termina dando la impresión de ser un film sobrecargado de ideas, al que en determinados tramos le falta síntesis y en otros, mayor explicación. De ahí que esas atmósferas que buscan ser opresivas y desestabilizadoras no terminan de capturar la atención del espectador y apenas se quedan en insinuaciones, incluso provocando una improductiva distancia respecto a lo que se cuenta. Lo que queda es una película-ensayo, indudablemente interesante por los riesgos que toma, pero que queda lejos de alcanzar sus objetivos. A veces, por no ajustar algunas tuercas, una estructura puede quedar muy endeble y derrumbarse por su propio peso. Eso es lo que termina sucediendo en este film.