All inclusive

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Meta

Pablo y Lucía son una pareja que convive hace cinco años bajo el mismo techo. Sin hijos por el momento, ambos reparten sus rutinas laborales con suerte dispar: ella triunfa como modelo publicitaria y él es un arquitecto que trabaja, con más desencanto que gracia, para una firma en relación de dependencia que, poco tiempo después, terminará despidiéndolo. Pablo, queriendo escapar a las obligaciones y desilusiones que la vida urbana depara, decide regalarle a Lucia unas merecidas vacaciones, para lo cual compra una oferta de viajes online para viajar a Brasil. La idílica semana de vacaciones derivará en una auténtica prueba de fuego para la pareja, quienes hospedados en un all inclusive en playas cariocas vivirán las más alocadas situaciones
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Con reminiscencias a Masterplan (2012), anterior incursión de Diego y Pablo Levy, el film aborda todo ese imaginario ultra transitado bajo la premisa de ‘vacaciones placenteras de pareja feliz’, que luego deviene en crisis que convierte la travesía en un calvario de pesadilla, para finalmente retomar su orden inicial. No se duda de la versatilidad en pantalla que ofrecen intérpretes como Alan Sabbagh y Julieta Zylberberg -probados para la comedia en film como “El Rey del Once”- pero el producto que los realizadores ofrecen es, ciertamente, muy pobre.

Sin originalidad ni encanto, el film dibuja a sus personajes con un descuidado trazo grueso de esas comedias repetitivas que hablan sobre opuestos que se atraen: él es un patético y parsimonioso empleado de una firma de construcciones intentando de concretar operaciones lucrativas que no puede olvidar sus preocupaciones laborales y entregarse al relax que su desestructurada pareja le propone. Si le sumamos la presencia de un anfitrión turístico con marcado acento portuñol (Mike Amigorena), cuya simpatía impostada no escapa al habitual lugar común de este tipo de personificaciones y a una pareja de mujeres que vive libremente el amor, los condimentos están dispuestos para esta comedia de liviano contenido y fácil digestión.

Bajo la intrascendencia y la abulia total, el film acumula una serie de escenas insostenibles desde el entretenimiento y absolutamente superficiales al devenir de la historia, que intentan sugerir miradas punzantes acerca de las relaciones de pareja, los sueños de éxito profesional, las costumbres sociales conservadoras, los prejuicios sexuales, la paternidad para jóvenes de treinta y pico, el vértigo de la vida moderna y el consumismo de la clase media.

Los hermanos realizadores debutaron en largometrajes con un documental que transcurría en una sedería llamado “Novias – Madrinas – 15 Años” (2011) y, de allí a esta parte, se han caracterizado por explorar una forma muy singular del humor absurdo que practican; en este caso bajo la típica comedia de enredos. Sin tino para la comicidad ni lo suficientemente efectiva para parodiar aquello que critica, el film se convierte en una aventura insufrible, más allá de lo tolerable.

A medida que la comedia moderna independiente local se nutre de exponentes de la nueva comedia norteamericana y muta en una especie de versión cinematográfica de un número de stand up teatral hecho por improvisados, es válido preguntarnos que hemos hecho con el género que, en el terreno nacional, solía brindar una estimable estirpe de capo cómicos que forjaron tradición. Asimismo considerar que este tipo de producciones llegan a la cartelera gracias a financiamientos del INCAA, perdiéndose entre una grandísima cantidad de beneficiados anuales de dudosa calidad.

El mal trago cinematográfico también sirve para repensar el formato audiovisual desde su esencia como hecho industrial, que constitutivamente amerita cumplir con -al menos- ciertos requerimientos de buen gusto, profesionalismo, inteligencia y creatividad.