Aire libre

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

El odio conyugal.

La intimidad de los seres humanos es algo inhóspito, insondable, inabordable, ya que implica la personalidad, el inconsciente y la complicidad de sujetos que intentan construir su personalidad en una sociedad para diferenciarse a través de una identidad.

Lucía (Celeste Cid) y Manuel (Leonardo Sbaraglia) son dos profesionales pequeño burgueses de clase media alta que después de vender su departamento emprenden un proyecto común: la reconstrucción de una casa derruida en los suburbios para ellos y su pequeño hijo. Sin una casa propia habitable para vivir, la familia se instala en la casa de la madre de Laura, pero el trabajo, los roces y una herida existencial de clase muy profunda -que los comienza a separar- lleva a Manuel a pasar varias noches en la casa de sus padres y alejarse cada vez más de su esposa. Mientras Lucía, una arquitecta con varios proyectos independientes, pone todo su empeño en reconstruir la casa que parece venirse abajo, Manuel, su marido abogado, se ausenta física y emocionalmente agobiado por las demandas de una familia que parece estar a punto de desmoronarse.

Aire Libre, el film de Anahí Berneri, es un drama costumbrista sobre los problemas conyugales de los nuevos profesionales. Sumidos en la vorágine de la ciudad, sin tiempo para sus hijos ni para la pareja, depositando frustraciones en el otro cercano, incapaces de escapar de un llamado a la comodidad de una adolescencia eterna, necios para el amor y faltos de voluntad para asumir las responsabilidades de la paternidad. En este clima de tensión permanente, Lucía y Manuel descuidan a su hijo, que para ellos es una carga, y el niño, carente de figuras paternas sobre las cuales construir una personalidad capaz de afrontar el futuro, se dirige hacia el abismo mientras los padres exponen despreocupadamente sus miserias cotidianas y pelean por el vicio de la riña en sí misma.