Adoro la fama

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Los chicos sólo quieren divertirse

Basado en hechos reales, el filme cuenta robos a famosos hechos por jóvenes burgueses.

En el que tal vez sea su último ensayo sobre la juventud, o una generación que siempre le ha preocupado a la hora de rodar, Sofia Coppola decide no juzgar a sus personajes protagónicos, sino mejor plantear situaciones, preguntas y no ofrecer respuestas. Que el espectador sepa qué sentir ante Nicki, Sam, Chloe, Rebecca y Mark.

Son jóvenes, van a la high school en Los Angeles, no tienen un mal pasar, pero quieren más. Ansían lo que no poseen. Y cuando advierten que pueden alcanzarlo, vanagloriarse de ello en las redes sociales y las fiestas, ¿por qué habrían de detenerse?

¿Qué es lo que estos chicos quieren, y no tienen? Y ¿cómo lo consiguen?

Basada en hechos reales, Adoro la fama trata sobre el vacío, la necesidad de reconocimiento, la exposición, y, claro, la fama. Los chicos tal vez no quieran ser como Lindsay Lohan, Paris Hilton u Orlando Bloom, a cuyas mansiones, entre otras, ingresaron sin ser descubiertos, en 2008, y si bien no las desvalijaron, se llevaron lo que quisieron. Joyas. Prendas. Zapatos. Cuadros. Y un arma.

Cuánto de fetichismo hay en llevarse algo de alguien al que admiran, pero no conocen, y luego exhibirlo en las redes sociales. Mark es lo que comúnmente se considera un nerd, y con las chicas consigue lo impensado. Expresarse a sus anchas, ser tal cual es y, tal vez lo principal, sentirse querido. Hay dos personajes femeninos menos agradables –aunque por fuera vendan simpatía-, que se mostrarán como son cuando las papas quemen y no alcance el agua mineral Evian para apagar el fuego.

Lo primero que salta a la vista es que Coppola no glorifica el robo, sino que se preocupa por ver lo que hay detrás, qué motiva a estos adolescentes que siguen realities shows y los medios del espectáculo. Que viven en un mundo tan irreal como de fantasía, pero que cuando los hechos los enfrentan con la realidad, ¿qué actitud toman? Hay algún punto de contacto con Spring Breakers, pero donde el filme de Harmony Korine se dispara hacia la fábula, aquí se ponen los pies sobre la Tierra.

Compartir la intimidad se está volviendo frecuente, sea uno famoso o no. Y esa necesidad de expandirse, de mostrarse, de reconocimiento, tiñe la vida de los protagonistas de la película.

Por momentos el relato parece embrollarse entre tantos robos y fiestas, drogas y fotos. El narcisismo es lo que une a las víctimas y sus victimarios, y la escalada de mentiras nunca termina bien.

Emma Watson (Nicki) y Katie Chang (Rebecca) son claramente las que mayor magnetismo logran, y no sólo por sus personajes. Son dos actrices con talento, jóvenes, y que si saben no encasillarse darán mucho bueno por ver.