Acné

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Todo por un beso

El premiado filme uruguayo aborda los traumas de cualquier adolescente.

No deja de llamar la atención que los realizadores jóvenes de éste y del otro lado del Río de la Plata tengan recuerdos más traumáticos que felices de su adolescencia. Al menos eso es lo que testimonian en sus películas. Suelen ser comedias dramáticas -una sonrisita por aquí, algún clisé por allá para garantizar empatía con el espectador-, pero el sabor en la boca que queda al final de las proyecciones por lo general es amargo.

Acné es la opera prima del uruguayo Federico Veiroj, quien se desempeñó como continuista en 25 Watts y Whisky, las dos películas que marcaron el nacimiento del nuevo cine uruguayo, parangonándolo con el argentino. A la hora de lanzarse solo, Veiroj es menos críptico y más lineal.

Montevideano, Rafa fuma y juega al póker a escondidas con sus amigos, se trata el acné que lo avergüenza, toca el piano y juega al tenis horrible, y debuta en lo sexual pero no en el amor, ya que no se anima a hablarle a Nicole, la compañera del cole de la que está enamorado. Hijo de padres que se separan, el joven Bregman vive momentos cruciales de su vida sin saber, en verdad, qué hacer. Como a tantos adolescentes, las cosas le pasan, no es él el que decide el curso de su vida.

La baja autoestima de Rafa, claro, no le facilita nada, y menos en sus ansias por conseguir el primer beso de amor. Tomando al protagonista como centro de una mirada más global, Acné aborda tal vez no demasiadas cuestiones, pero sí muchas. La iniciación sexual, la timidez, la relación de Rafa con su padre, sus hermanos, sus amigos y las chicas, el adoctrinamiento en su colegio religioso judío -Veiroj se permite una saludable ironía-, todo conforma una viñeta colorida, que le ha permitido a esta coproducción con la Argentina pasearse y ganarse el respeto en varios festivales internacionales -estuvo en la Quincena de realizadores en Cannes 2008-.

Así, Acné es, sino un híbrido, un filme entre cierto lacónico cine, llamémosle rioplatense, y otro más abierto, sin ser popular, pero que demuestra las raíces -en sus obsesiones, en su puesta en escena y en su deseo de alejarse del relato costumbrista y patético- de un cine de autor, que seguramente explotará a futuro. La adolescencia pasa, el talento permanece o crece.