A la deriva

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Entretenida épica enalta mar

Con películas como Una aventura extraordinaria, Kon-Tiki: Un viaje fantástico y All is Lost, entre otras, el cine ha manifestado desde siempre (pero muy especialmente durante la última década) una enorme fascinación por las historias épicas de supervivencia en alta mar. Y, si los naufragios están inspirados en casos reales como el que reconstruye A la deriva, mejor todavía. En su nueva película el eficaz narrador que es el islandés Baltasar Kormákur ( Everest) reincide en ese apuntado subgénero (en 2012 hizo Lo profundo) contando la historia de Tami Oldham (convincente actuación de Shailene Woodley, también coproductora), una joven californiana que viaja sin rumbo fijo y en 1983 recala en Tahití, donde conoce a Richard Sharp (Sam Claflin), un inglés que comparte su pasión por la navegación. Luego de un romance en tierra comenzará un viaje de 6000 kilómetros en el mar plagado de infortunios que es mejor no revelar. El creador de la serie Trapped toma una decisión polémica al hacer pendular la narración entre el presente trágico y el pasado idílico dilapidando por momentos algo de intensidad emocional. De todas maneras, el relato recupera de a ratos la potencia con esos impulsos de supervivencia, improvisaciones y actos heroicos que convierten en irresistible a la mayoría de los exponentes de este subgénero. A la deriva, está claro, no quedará en la historia grande del cine, pero resulta un noble entretenimiento con mensaje inspirador.