A 47 metros

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

UNA MALA CON TIBURONES

Ya lo decía Matías Gelpi en su crítica sobre Miedo profundo: el subgénero de films con tiburones tiene numerosos exponentes, toda una tradición detrás y, aunque la mayoría son productos olvidables, también hay una obra maestra absoluta e indiscutible llamada Tiburón. Lamentablemente, a diferencia de la película protagonizada por Blake Lively y dirigida por Jaume Collet-Serra, 47 meters down es un film mediocre, cuyo pequeño éxito (recaudó más de 43 millones de dólares en Estados Unidos a partir de un costo de apenas algo más de 5 millones) es difícil de explicar.

El film del británico Johannes Roberts se centra en dos hermanas (Mandy Moore y Claire Holt) de vacaciones en México que se embarcan en una incursión donde se explora la profundidad del mar desde el interior de una jaula. Sin embargo, algo sale mal (muy mal), el cable que conecta a la jaula con el barco se rompe y pronto las pobres hermanas quedan sumergidas a 47 metros de profundidad, rodeadas de tiburones y con apenas una hora de oxígeno. A priori, una propuesta limitada pero con cierto potencial.

El problema es que para que la premisa, por pequeña que sea, consiga atrapar, se necesitan personajes mínimamente atractivos. Y la verdad es que estas dos hermanas rozan lo insoportable, especialmente la encarnada por Moore, con su corazón con agujeritos porque su novio la dejó debido a que era aburrida (y la verdad que el tipo tenía toda la razón). Allí se ve una sustancial diferencia con Miedo profundo, cuya protagonista, aún en sus peores momentos, no dejaba de combinar dosis equilibradas de fortaleza y fragilidad, un margen de decisión propia en su enfrentamiento con lo más brutal de la naturaleza y su propia historia personal que le brindaban una identidad propia, sólida, tangible. Acá no, sólo tenemos muchos gritos, mucha histeria, muchos lamentos que rozan lo inverosímil, mucha pasividad y esquematismos por doquier.

De ahí que 47 meters down avance a los tropezones, proponiendo distintos giros en la trama que en la mayoría de los casos son difíciles de sostener, con un gran estiramiento en las acciones y algún que otro hallazgo visual. De hecho, hay hacia el final una secuencia entre onírica y alucinógena que parece pertenecer a otra película, totalmente diferente y mucho más arriesgada que el producto general que es el film de Roberts. Son apenas unos minutos atractivos dentro de una película mediocre, aburrida y sin ideas, donde ni siquiera los tiburones generan empatía.