Memoria

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

El director tailandés Apichatpong Weerasethakul, auténtico mito contemporáneo para el paladar cinéfilo, nos sorprende gratamente con esta película nominada a la Palma de Cannes. Un tamaño impacto para la cartelera vernácula actual, sabemos que este formidable autor no es, precisamente de la apetencia de un público masivo. En “Memoria” priman las pretensiones artísticas de un autor que estructura su obra en el apartado del arte y ensayo como plataforma a explorar dramas personales y sociales. Aquí, un personaje navega un contexto determinado, la extrañeza se filtra en los intersticios de su propia realidad. Podría tratarse de un espectador pasivo que no se involucra en conflicto alguno. El enigma se enciende ante nuestros ojos, la belleza de “Memoria” nos abruma. Un halo de misterio recubre un viaje emprendido en búsqueda de descifrar un interrogante que no pareciera pertenecer a este mundo.

Una estructura semi documental jamás lineal temporalmente prefigura las bases conceptuales de una obra cuya narrativa nos demanda altísima atención. La mirada intima del director, a menudo críptica y sutil, cobra forma simbólica mediante una construcción visual y sonora a través de la cual identificamos un coqueteo entre la fantasía y la realidad. Su carácter pionero es incesante, recurriendo a herramientas estéticas que deslindan al film de toda pertenencia genérica. Técnicamente, es habitual en el cine de Weerasethakul una serie de variables que otorgan identidad: planos sostenidos, ambientes que cobran vida, paisajes evocadores amparados en la maravillosa fotografía de Sayombhu Mukdeeprom, tomas largas y velocidad en extremo reducida. De manera que, podemos claramente apreciar estructuras alejadas del cine comercial.

En la orginalísima “Memoria”, el tiempo se detiene, los recuerdos se confunden con sueños ancestrales y la carga dramática se concentra sobre las actuaciones de un elenco liderado por nombres de relevancia internacional como Tilda Swinton y Daniel Giménez Cacho. Fascinado por el entorno colombiano, el realizador de las laureadas “Tropical Malady” y “Cemetery of Splendor” explora territorios más abstractos que bordean fronteras místicas. Reconocibles en el gusto del autor, desde cortometrajes experimentales o instalaciones multimedia emprendidas en estadios más tempranos de su carrera. Aquí, el paisaje rural y urbano existe solo dentro de los límites de la ficción y en la manera que es habitado. Tramando un verosímil fascinante en extensas dos horas de duración, acaso una nueva configuración de la ciencia ficción. Con más de dos décadas de trayectoria a sus espaldas, se valora la ambición de un artista de la imagen dispuesto a indagar en inagotables juegos audiovisuales