8 apellidos catalanes

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Cuando una película recaudó 56 millones de euros, hay que hacer una continuación. Eso es comercialmente indudable. "Ocho apellidos vascos" había sido una comedia menor española que en forma meteórica, rompió records de taquilla en la Península. La pregunta es, ¿era merecedora de tal respuesta del público?
Seguramente no. Y digo esto, a pesar de haberla visto súper predispuesto. Para mí era un film menor que por extrañas razones (imperceptibles a la distancia) caló hondo en el público de su región. Y nada más.
La estructura era la de un chico que se enamoraba de una chica que pertenecía a una geografía particular de España, que los enemistaba a priori. El era de Sevilla, ella era vasca. Y ya conocen el tema de los habitantes de esa región con respecto a la hermana nación: hay una relación espinosa. Conflictiva.
Esta segunda parte se iba a estrenar en marzo de 2016 pero se adelantó asi 5 meses por una imperiosa necedidad económica del grupo que la producía. Eso resintió el libro. Quitó meses de trabajo y se terminó notando para quienes seguimos la evolución del proceso.Sin embargo, Emilio Martínez-Lázaro se animó al desafío y planteó un film lo más conservador posible como forma de conducir sin mayores sobresaltos. Poca novedad, cero riesgo.
Lo que en la primera parte parecía divertido, ese choque cultural de dos regiones y dos miradas de poblaciones en el medio de una historia romántica, aquí se repite pero con menos gracia y estilo. Es decir, se buscó no innovar demasiado, cambiar la locación y mutar la cuestión de idiosincracia al pueblo catalán, otro que también está interesado en replantear su vínculo con España nación.
La trama es bastante simplona (¿una guiño a "La boda de mi mejor amigo"?): Koldo (Karra Elejalde) se pone en alerta cuando se entera de que Amaia (Clara Lago), luego de separarse de su pareja al final de la entrega anterior, Rafa (Dani Rovira), se ha enamorado de un catalán bastante típico, según dicen las malas lenguas. (Berto Romero). De puro comedido Koldo parte para Sevilla con la idea de convencer a Rafa de que lo acompañe a Cataluña para rescatar a Amaia de su próximo marido y que evite el error de su vida: unirse a alguien de esa geografía.
Esta producción, a diferencia de "Ocho apellidos vascos", es mucho más coral. Hay un reparto más democrático de las líneas de los secundarios y estos funcionan como pequeños focos que incluso, superan el voltaje de los encuentros entre Amaia y el Rafa. Eso, para que se den cuenta cómo venimos. Los chistes regionales, físicos y sencillos, están a la orden del día. No es que sean muchos, no, no lo son. Pero se repiten para encuadrar la propuesta.
La vida en Cataluña no es lo que en el País Vasco ni tampoco se debe parecer al resto de España. Eso aprendí viendo estas dos entregas de "Ocho...".
Creo que si la primera les pareció muy buena, no deben dejar de ver esta segunda parte, sólo para acercarse algo más a los personajes centrales. No hay nada demasiado original, y la química entre los protagonistas sigue siendo de los puntos más flojos de la franquicia. Pero ha funcionado en su país y puede que interese si buscás una comedia romántica liviana y regional. Solo así puede tener algo de relieve para el espectador local.