4x4

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

El rehén y el burgués psicótico

Al igual que Gastón Duprat con Mi Obra Maestra (2018), en esta oportunidad Mariano Cohn se corta solo para 4x4 (2019), abriéndose del que fuera su socio en la dirección -que ahora pasa a los roles de productor y coguionista- en las excelentes El Artista (2008), El Hombre de al Lado (2009), Querida, Voy a Comprar Cigarrillos y Vuelvo (2011) y El Ciudadano Ilustre (2016), todos neoclásicos de la casi siempre raquítica ficción argentina en términos de calidad y profundidad retórica. La premisa es tan sencilla como poderosa: un ladrón de poca monta ingresa a una lujosa camioneta 4x4 para robar el estéreo/ centro multimedia pero queda encerrado detrás de vidrios blindados y a merced del oligarca dueño del vehículo, un psicótico que comienza a torturarlo a la distancia controlando los servicios de a bordo y llamándolo por teléfono a la línea de la camioneta con el objetivo manifiesto de “desquitarse” por haber sido víctima de una andanada de asaltos a lo largo de su vida.

El protagonista excluyente es Ciro (Peter Lanzani), padre de familia y ladrón de gallinas experto con un extenso linaje de atracadores en su familia, y su contraparte es el médico Enrique Ferrari (Dady Brieva), un enfermo de cáncer al que le queda poco tiempo de vida y que decide cobrarse las atenciones recibidas en el pasado por terceros -como buen burgués resentido y odiador compulsivo que se la pasa canalizando su mugre psicológica desde la cobardía y la imbecilidad- con un Ciro sin carga en la batería del celular, con un tiro en la pierna por un rebote contra un vidrio, sin poder comunicarse con el exterior -porque el vehículo está insonorizado- y desesperado por el encierro y la falta de agua y alimentos, martirio que se prolonga en total cinco días en los que bebe el líquido limpiacristales del aspersor de la luneta y su propia orina. Recibiendo constantes llamadas para amedrentarlo de parte de Ferrari, su única compañía es un grillo al que decide no comer por sutil piedad.

La película constituye una interesante reflexión acerca de la obsesión/ pantomima burguesa y mediática alrededor de la “inseguridad”, eufemismo utilizado desde los centros de poder capitalista para no hablar de la enorme exclusión social, la inoperancia cómplice de las fuerzas policiales y la aún más gigantesca brecha entre ricos y pobres aquí en Argentina y en prácticamente todo el planeta, suerte de patética convalidación tácita de un sistema económico y cultural que en la praxis funciona como una máquina imparable de generar miseria, corrupción, inequidad, mega estupidez y atropellos represivos de todo tipo y color, un baluarte plutocrático que para colmo es festejado por unas mayorías que eligen a sus verdugos de derecha, los artífices de una pauperización y una lobotomía masivas tendientes a garantizar que el pueblo adopte -desde la ingenuidad y el más deplorable analfabetismo político- la ideología de la clase hegemónica hambreadora como propia, como su identidad.

La primera parte de la trama respeta el andamiaje estándar de muchos relatos recientes de claustrofobia en sintonía con Phone Booth (2002), Panic Room (2002), Buried (2010) o hasta Locke (2013), aunque tomando prestado el catalizador de la genial Stuck (2007), el último largometraje de Stuart Gordon, una obra muy austera en la que un pobre hombre menesteroso, Thomas Bardo (Stephen Rea), terminaba incrustado en el parabrisas de una burguesa cuya única preocupación era garantizar su impunidad, Brandi Boski (Mena Suvari). Durante el desenlace el devenir narrativo tuerce el volante hacia una parodia en torno al circo de los mass media y la ignorancia popular sobre el tema, una sátira camuflada que recuerda -salvando las distancias- a Tarde de Perros (Dog Day Afternoon, 1975) en esa interrelación entre los oficiales a cargo, el público espectador/ metiche y un negociador, Julio Amadeo (Luis Brandoni), el cual es convocado cuando el asunto se complica bastante.

A pesar de que el planteo no es de por sí original, tanto la fotografía de Kiko de la Rica y la música de Dante Spinetta como la actuación de Lanzani y la mano firme de Cohn detrás de cámara son en verdad excelentes y ayudan a redondear un thriller comunal furioso y eficaz destinado a generar polémica ya que no justifica a ninguna de las partes pero por supuesto pone su corazoncito del lado del pobre que roba, señalando desde el vamos que no pasa de ser un rehén más de una sociedad injusta avalada por un Estado que gobierna para los ricos y no hace nada para redistribuir la riqueza, a veces hasta fogoneando la autovictimización risible de los burgueses y unas capas privilegiadas nauseabundas que adoran mantenerse alejadas del resto de la sociedad en countries, oficinas fortificadas y estos mismos vehículos blindados todo terreno. 4x4 destruye el fetiche actual con la vigilancia y la venganza por mano propia, invitando a sopesar las verdaderas causas de tanta violencia y locura social…