12 horas

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Me quieren volver loca

Amanda Seyfried busca a su hermana secuestrada.

Si usted anda de paseo por Portland, Oregon, sepa que allí la gente es muy amable. En extremo. Porque aunque sea la primera vez que la vean, a Jill, la protagonista de 12 horas , le cuentan en detalle todo cuando la joven se los cruza averiguando datos del posible criminal que la secuestró a ella hace un tiempo, y que cree que hizo lo mismo con su hermana hace apenas unas horas.

Porque Jill tiene una capacidad y una facilidad para la mentira elogiables. No les dice la verdad. Se inventa relaciones y les saca claves para rastrear al secuestrador.

Desde aquel secuestro -en el que nadie cree- aprende defensa personal, tiene un revólver en la cartera de la dama y desconfía de todo. Y de todos.

Bueno, Jill tiene antecedentes psiquiátricos. Dice que un hombre la sacó de su cama y la metió en un pozo en un parque, donde luego fue encontrada llena de lodo. Nunca lo vio, y cuando la revisaron no encontraron rastros de ataque sexual, ni lesiones, ni adn de un extraño en su cuerpo. Nada. Ella dice que escapó y que el hombre ha vuelto, que intentó secuestrarla, pero se llevó a su hermana al no hallarla en su casa a ella, que es moza por las noches.

Por eso no durmió en toda la noche. “¿Por qué no vas a dormir?”, le preguntan. “Dormiré cuando (el secuestrador) esté muerto”, responde.

Para los policías todo está y estuvo en su imaginación. Peor: la policía está tras ella porque saben que está armada. Ellos no le creen, pero el espectador, sí. Y eso es lo que cuenta.

Pero el mayor enigma de 12 horas -el tiempo que Jill cree que tiene para encontrar con vida a su hermana- es ¿cómo hace el director Heitor Dhalia para, pese a todo, generar tensión a lo largo de todo el relato? Amanda Seyfried, bien lejos de Mamma mia! , está el 95% del tiempo en pantalla. Esa pueder ser una respuesta. La otra hay que buscarla en la construcción del relato, que con agujeros y todo no deja de intrigar, con y sin pistas falsas. Y hasta hay algo de El silencio de los inocentes (el pozo en el que tiraron a Jill, las pistas en la casa de un sospechoso)...

Entre los investigadores están Wes Bentley, como un recién llegado a Homicidios -sólo él dice creerle, a espaldas de sus compañeros- y Michael Pare, sí, el de Calles de fuego .

Paranoia, ansiedad, sed de venganza... Ingredientes de un cóctel inflamable. Ya verán por qué.