Los cambios llegaron también al universo de los piratas. Todo es más grande y un poco menos divertido en esta primera versión de Piratas del Caribe a cargo de Rob Marshall, que reemplaza a Gore Verbinsky. El director oscarizado de Chicago y de la influmable Nine apuesta por la grandilocuencia pero pierde en la acción que caracrterizaba a la saga. Marshall será especialista en coreografías pero no siempre es sencillo filmar cuerpos en movimiento y las escenas de acción son confusas. ¿Cómo sobreviven los piratas que no lucen en combate? A puro carisma, gentileza de los infalibles Johnny Depp y Geofrey Rush, que sacan a flote la película y no permiten que se hunda la saga.
Hace más de quince años que Woody Allen dejó de ser un intocable para la cinefilia. Todos, o casi todos, se han tropezado con al menos uno de sus varios bodrios de los últimos años de la misma manera que seguro se encontraron con alguno de sus aciertos. Qué películas entran en cada una de esas categorías es muy discutible y es algo que cambia mucho según quién elija. Que la cosa funcione no es de las mejores de su última etapa pero está lejísimos de las peores (¿Scoop?, ¿La mirada de los otros?). Sus alter egos usuales maduraron (Anthony Hopkins en Conocerás al hombre de tus sueños o, en este caso, Larry David) y demuestran que las películas pueden crecer cuando su protagonista para por un gran momento.
Pocas veces una saga se fue perfeccionando con el correr de las entregas, pero ese fue el destino de la saga Rápido y furioso desde que cayó en manos del oriental Justin Lin, hace ya 3 películas. Rápidos y Furiosos 5: Sin control apuesta por el camino del ridículo y la desfachatez a máxima velocidad, como una especie de Crank sobre ruedas. La película es tan irresponsable como manejar pisando el pedal a fondo y por eso la incorrección política de la película, desde la sobreabundancia de colas y siliconas hasta el trato que se les da a los habitantes de la anfitriona Río de Janeiro, es mucho más divertida que irritante. Fast Five es una pequeña película para ver de paso y sacarse las ganas de gritarle “¡FIERRO!”.
Wes Craven vuelve a hacer un análisis preciso del cine de terror en una nueva entrega de Scream, la primera película que reflexionó sobre el género y propició un sinfín de parodias. En este caso, Craven se centra en la evolución del género en nuestros días y en las remakes tan de moda en Hollywood. Scream 4 es una película muy inteligente y divertida, que está a la altura de sus grandes ambiciones. Pero sobre el final Wes Craven necesita subrayar cada una de sus ideas y, la saga por primera vez tiene una vuelta de tuerca demasiado torpe y obvia, al punto que el director necesita poner en boca de su protagonista la frase “considerá esto un final alternativo” como excusa. Más allá de eso Scream 4 está muy por encima de la media del cine de terror.
Hop es otra fábula infantil que utiliza todo tipo de chistes a mitad de camino entre adultos e inmaduros para enseñarles a los chicos una lección sobre la responsabilidad, la familia y el lugar que uno ocupa en el mundo. En este caso Tim Hill, director de Garfield 2, Los Muppets en el espacio y (la mucho más parecida a Hop) Alvin y las ardillas, cuenta la historia del hijo del conejo de Pascuas que reniega del negocio familiar para tratar de triunfar como baterista en Hollywood. Hop pierde en el doblaje mucho de su gracia pero consigue algo mucho más difícil: el equilibrio tanto al mezclar animación computarizada con actores como al cruzar a la comedia adulta y la infantil.
De arremetida, parecía que el guarrísimo Torrente nos iba a tirar todo chiste en 3D encima. Pero más allá de un par de gags de apertura, Torrente 4: Lethal Crisis no se emboba con el artilugio para explotar los chistes soeces que lo hicieron famosísimo en España y un personaje de culto en Argentina. El problema de esta nueva entrega de Torrente es que a nuestro amigazo Santiago Segura lo ciegan los famosos que pululan por toda la película, desde los rulos de David Bisbal a nuestros futboleros Kun Agüero y Pipita Higuaín. Torrente siempre le va a negar al famoso esa habilidad que le dio la fama y esa reiteración perjudica a la película. Pero ninguna de las muchas objeciones que pueden hacérsele a la película (él nos diría “nada de mariconadas”) impide el goce de este gran regreso de nuestro detective favorito.
A casi 20 años de Tonto y Retonto es indiscutible que los hermanos Farrelly le cambiaron la cara a la comedia. La revolución Farrelly estaba en esa estupidez y escatología extremas, sí, pero también en darles a personajes siempre relegados (sobre todo a los discapacitados) una igualdad inusitada en el trato cinematográfico. La comedia americana volvió a cambiar, Apatow mediante, y los Farrelly parecen tratar de adaptarse a estos nuevos tiempos. Pase libre queda a mitad de camino entre ese universo tan personal de los cineastas y un –cada vez más común en Hollywood- mundo de adultos en crisis por no poder abandonar la adolescencia. En esos grandes chistes sobre heces, sexo oral, marihuana, piropos de levante y, sobre todo, muchas colas y pechos, los Farrelly demuestran que, aún saliendo del lugar en el que suelen moverse, la comedia siempre estará en la naturaleza de los cineastas.
A una década de retratos de una obsesión, el videasta Mark Romanek vuelve al cine con la adaptación de una ucronía que tiñe de melodrama esta suerte de cruza entre los universos de La isla (Michael Bay) e Innocence (Lucile Hadzihalilovic). Romanek recurre a una historia triste sobre tres niños de un colegio donde son obligados a donar sus órganos vitales una vez que llegan a la madurez. Romanek aprovecha al máximo un all star de estrellas ascendentes en Hollywood (Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley) y consigue una película al mismo tiempo emtoiva y distante.
Hay muchas cosas que no funcionan en Un despertar glorioso, y la enumeración de problemas puede empezar con la traducción del título. El carisma de los personajes (que no es lo mismo que el de sus intérpretes) tampoco ayuda demasiado, sobre todo si se tiene en cuenta las canalladas laborales que se cometen una tras otra. Pero Rachel McAdams y Harrison Ford consiguen, con la ayuda de Diane Keaton y Jeff Goldblum, que no importe demasiado que la película este siempre a mitad de camino entre la comedia y el romance. Un despertar glorioso encuentra el rumbo en la descripción de las miserias universo laboral contemporáneo y, sobre todo, de la lucha en los medios de comunicación entre periodismo y entretenimiento.
127 horas es una película extrema. Danny Boyle transformó una película ganchera centrada en un único protagonista, como Enterrado vivo o Náufrago, en una experiencia visceral cuyo tono parece inspirado por las vivencias de su protagonista (la película está basada en cinco días en la vida de Aron Ralston). Lejos de las concesiones hechas en Slumdog Millonaire, 127 horas es una película mucho más difícil, con muchos momentos incómodos para el espectador, pero que igual consigue atraparlo. El cambio de tonos entre lo real y lo onírico que hace Danny Boyle es magistral, pero vale destacar el trabajo del cineasta con las sutilezas (grandes ausentes en su película anterior). 127 horas demuestra que puede haber muchísima acción sin que sea necesario tanto movimiento.