Decente pero para nada descollante Dwayne Johnson y Emily Blunt se cargan al hombro esta aventura en la selva despareja que llegó a las salas de cine. Habiendo mostrado experiencia de héroe en aventuras con escenario selvático (véanse las exitosas secuelas de Jumanji), Dwayne Johnson vuelve a la gran pantalla con Jungle Cruise, la nueva aventura de Disney basada en una popular atracción de sus parques temáticos, tal como lo fue en su momento Piratas del Caribe. La dupla con Emily Blunt y la promesa de un viaje lleno de peligros, adrenalina y fantasía cautivante se diluye con el correr de la película, que no logra encontrar un tono cómodo generando desatención que muta en aburrimiento. Jungle Cruise sigue a un capitán de un barco llamado Frank (Dwayne Johnson) que lleva a una científica (Emily Blunt) y su hermano (Jack Whitehall) en la para nada sencilla misión de encontrar el Árbol de la Vida, que se cree que posee poderes curativos. En el camino, el trío debe sortear los peligros y mitos vivientes de la jungla, y competir con una expedición alemana, en tiempos del nazismo. El cineasta Jaume Collet-Serra utiliza una mezcla de referencias a Indiana Jones y Fitzcarraldo, de Werner Herzog en la trama enmarañada de acción y efectos especiales desmedidos, ofrecidos cual espectáculos de fuego artificiales. El problema central reside es la necesidad de Disney de copiar la fórmula de Piratas del Caribe, sin lograr los mismos resultados. Como un vehículo con pérdida de nafta, Jungle Cruise arranca con chispas y decae lentamente a pesar de los intentos de Dwayne Johnson y Emily Blunt por remarla con demostrado talento. Sus pases de comedia funcionan de manera solvente pero no así el arco romántico que los atraviesa. Ahí comienzan los atropellos poco creíbles. Del lado de “los malos” la caricaturización de los personajes de Jesse Plemons y Paul Giamatti genera el efecto inverso en el espectador promedio: no se sienten como verdaderas amenazas, personajes fáciles de odiar. Son más bien un poco irritantes de ver. Aún así hay que reconocer que de la escasa oferta juvenil en temporada de vacaciones de invierno Jungle Cruise es el plato más entretenido para que disfruten los niños. Supera la prueba a medias como un show ruidoso que distrae de forma momentánea. Aquellos fanáticos de la casa del ratón Mickey Mouse sentirán decepción y la reflexión de que lo visto, en otras manos, podría haber sido mucho mejor.
Un cuento macabro que saca lo mejor y lo peor de M. Night Shyamalan El amado y odiado director de cine indio estadounidense estrenó un largometraje con planteos metafísicos interesantes pero con un deplorable trabajo de diálogos. Una vez más, la grieta se abrió en el universo Shyamalan. Viejos parte de una idea original cuyo planteo es atractivo y, en opinión de quien escribe, se posiciona entre lo mejor de estos últimos años fílmicos de M. Night Shyamalan, que viene con una racha de fracasos estrepitosos. Aún así el director indio estadounidene repite "viejos" (¡Ja!) y clásicos errores típicos de su estilo, como los finales poco convincentes que contribuyen al disgusto de más de un cinéfilo. Basándose en la escalofriante novela gráfica Sandcastle (Castillo de arena), de Frederick Peeters y Pierre-Oscar Levy, Viejos es la historia de una familia que, durante unas vacaciones, opta por pasar un tiempo en un paraíso tropical. Sin embargo,pronto descubrirán que aquella playa lejana, en la que sólo proyectaban pasar unas horas de relajación, comienza a hacerles envejecer con gran rapidez, al grado de reducir la vida de todos a una cuestión de horas. Tras 15 innecesarios minutos de presentación se desata el misterio y la película se vuelve condenadamente adictiva pese a los bobos (no hay un adjetivo más liviano para calificarlos) diálogos entre los personajes de esta pesadilla veraniega. Conocedor inteligente de su audiencia, Shyamalan sabe utilizar sus recursos visuales y de filmación para generar tensión y provocar reacciones intensas. Y parecía que en sus manos, una idea así daría como resultado una gema fantástica de terror psicológico; el resultado divierte pero es bastante tibio. Viejos es tan extraña que se vuelve algo difícil de recomendar con fervor porque no encaja en ningún género. La inconsistente resolución diluye toda muestra de inquietud que se construyó en las casi dos horas de película, reafirmando los graves problemas del director para cerrar sus historias de manera efectiva. Si de polémicas de amor y odio en el cine se trata, M. Night Shyamalan es el rey de las grietas.
Repite fórmulas pero mantiene la intriga asfixiante El actor y director John Krasinski vuelve a sorprender con un perfecto manejo de los silencios para crear tensión y generar terror. La ingeniosa A quiet place (2018) se posicionó como un refrescante blockbuster moderno, garantizando que el actor John Krasinski -en su debut como director- obtuviera el merecido respeto de la crítica especializada. Repitiendo la fórmula del éxito, A quiet place 2 ofrece la misma cantidad de intriga asfixiante que encanta a los amantes del terror pese a tener una historia de corte más predecible. Después de los eventos mortales sufridos en su hogar, la familia Abbott (Emily Blunt, Millicent Simmonds y Noah Jupe) ahora deben enfrentar los terrores del mundo exterior mientras continúan su lucha por la supervivencia en silencio. Forzados a aventurarse en lo desconocido, se dan cuenta rápidamente de que las criaturas que cazan por medio del sonido no son las únicas amenazas que acechan más allá del camino cubierto de arena. No hay grandes incorporaciones en la secuela pero sí se refuerza el protagonismo de los jóvenes actores, a quienes se les otorga el arco dramático más maduro y que -eventualmente- podría seguir evolucionando en una tercera parte. Krasinski forma parte de una camada de espectadores que crecieron con el cine de Steven Spielberg y eso puede verse en las decisiones artísticas u homenajes al director que yacen en la saga: la exploración en los vínculos de padre e hijos (E.T, Encuentros cercanos del tercer tipo, Indiana Jones y la última cruzada) y una referencia calcada a aquella épica escena de Jurassic Park con los niños escapando de los velocirraptores son algunas de las influencias spielbergianas más notables de esta aventura. Potenciando y perfeccionando todos los recursos que ya funcionaron -la profundidad emocional con la que se construyen los personajes o la perfecta habilidad para crear climas de tensión asfixiante en total silencio- A quiet place 2 vuelve a ser una experiencia inmersiva en la que uno casi interactúa con la película. Un gancho lo suficientemente inteligente para correr a sacar una entrada de cine.
Totalmente innecesaria y sin gracia LeBron James no tiene el carisma de Michael Jordan y eso se padece en las casi dos horas de esta aventura soporífera. Nadie pidió una nueva película de Space Jam, no hacía falta. Aún así los intereses monetarios con los que funciona Hollywood presionaron para llevarla a cabo y lo que se ve en pantalla es -en materia cinematográfica- uno de los grandes errores del año. LeBron James no tiene el carisma de Michael Jordan y eso se padece durante toda la predecible aventura que trae a los Looney Tunes de nuevo en acción. Dirigida por Malcolm D. Lee el argumento de la secuela es completamente independiente a la original aunque el desenlace sea el mismo: un partido de básquetbol. El jugador de Los Ángeles Lakers y su hijo Dom -interpretado por Cedric Joe-, quien sueña con ser desarrollador de videojuegos, quedan atrapados en una realidad virtual por un algoritmo malvado llamado Al-G Ritmo (Don Cheadle). Para librarse, James deberá jugar un partido de básquet con la ayuda del Tune Squad, conformado por recordados personajes de caricaturas, con Bugs Bunny como líder. Lo más divertido (tomando con pinzas el calificativo) es el proceso de reclutamiento de la pandilla de Bugs en un recorrido desenfrenado por los sets de grandes éxitos de la compañía -Casablanca, Matrix y hasta la reciente Wonder Woman son algunas de las referencias que despiertan un dejo de simpatía en el auditorio adulto- en un derroche de efectos digitales sin una verdadera razón de ser. Pero no todo es tan tortuoso como el climax de la cinta, el esperadísimo partido de basquet que debería hacer valer la historia. Simplemente no mantiene el ritmo emocionante de su antecesora. A Space Jam 2 le sobran al menos 30 minutos y lo único francamente rescatable es la labor disparatada de Don Cheadle, quien se divierte y logra transmitir un histrionismo agradable. No alcanzan los guiños al Universo de películas de Warner Bros para salvar a los adorables dibujos animados, encorsetados en un pésimo guión de estereotipos mal definidos y gags sin ninguna pizca de humor. Preocupante.
Épica y a la altura de lo mejor de Marvel Finalmente le llegó el turno a Natasha Romanoff, Black Widow, de tener su primera película en solitario y el resultado es una sorpresa que se cola fácilmente entre las mejores películas de Marvel. Como buena hija del patriarcado, Marvel priorizó desarrollar las historias de su staff de grandes varones súper héroes hasta el destape que generó el movimiento #MeToo en la industria del cine. Habiendo llegado a la conclusión de que ya era hora de presentar heroínas fuertes que promuevan un mensaje de empoderamiento, Disney y Marvel decidieron otorgarle una merecida película en solitario a Black Widow. La aventura drigida por Cate Shortland sorprende de manera positiva y se cola fácilmente entre las mejores historias del popular Universo. Allá lejos quedó la Natasha Romanoff (Black Widow) híper sexualizada, objeto de comentarios cosificadores (ver Iron Man 2) y relegada a un rol secundario en la saga Avengers. En la nueva película la protagonista se enfrenta a lo más oscuro de sus cuentas pendientes cuando surge una peligrosa conspiración que tiene lazos con su traumático pasado. Perseguida por una fuerza que no se detendrá ante nada para derribarla, Natasha debe lidiar con su historia como espía y con las relaciones rotas que dejó a su paso mucho antes de convertirse en parte del famoso equipo de súper héroes liderado por el Capitán América. Además de la poderosa carga feminista que envuelve a la trama, Black Widow acierta cuando presenta su subtrama familiar con sólidos matices dramáticos. Y aquí es pertinente remarcar que el trabajo de Florence Pugh, Rachel Weisz y David Harbour (el ladrón de escenas por afano) como los miembros del complejo árbol genealógico de Natasha, no solo acompaña al crecimiento de la protagonista sino que abre puertas muy interesantes para seguir explorando en el Universo Marvel (la escena post créditos es la clave para entender los planes del UCM a futuro). Con muy buenas escenas de pelea cuerpo a cuerpo y una adrenalina que se sostiene a lo largo de los 133 minutos que dura la película, Black Widow no se apoya en la pata más fantástica que suelen exprimir las historias de Marvel y aún así logra consolidarse como un entretenimiento capaz de sacudir vibras cinéfilas y remitirnos a lo mejor del cine de espías.
Una de acción al mejor estilo Schwarzenegger Sin tropiezos ni mayores revelaciones, la cinta de Ilya Naishuller nos recuerda lo versatil que es Bob Odenkirk a la hora de encarar un protagónico de pura adrenalina. La estructura para nada realista que tiene Nadie (Nobody) funciona muy bien gracias a la escena de inicio, en la que se avisa que el protagonista es un 'tipo picante'. Con esta información de entrada, la posterior secuencia de eventos disparatados se disfrutan con el placer de estar viendo una película bien hecha aunque para nada original (hay marcadas influencias al cine de Liam Neeson y a la reciente y exitosa saga John Wick, con Keanu Reeves). Lo que sí es una sorpresa es la versatilidad de Bob Odenkirk -Saul Goodman en Breaking Bad y Better Call Saul- en el noble oficio de patear traseros, repartir piñas y asesinar mafiosos para la pantalla grande. Hutch Mansell (Bob Odenkirk) es un hombre corriente, rutinario y predecible, hasta la irrupción de unos ladrones a su casa. Él renuncia a defender a su familia con el fin de no causar heridos y decepciona a su esposa e hijo, que empieza a distanciarse. La culpa por no ser un buen padre logra sacar a la luz su lado más oscuro. Hutch no es quien dice ser y no tarda en demostrarlo con un buen shot de adrenalina, tripas, chistes ácidos y perfectas coreografías de escenas de pelea. Bob Odenkirk, un comediante cincuentón bastante fuera de estado pero increíble en el rol, le demuestra a la industria que cualquiera puede lograr una gran película de acción si la dirección es buena. Si la historia es bastante chata, su actuación seduce hasta al más exigente de los espectadores. Nadie da lo que promete: entretenimiento violento ideal para desconectarse de la angustia que vivimos a diario por la pandemia, La yapa: el talentoso Christopher Lloyd (82) como el padre de Hutch (Odenkirk), un anciano rudo que no le teme al peligro que produce cargarse unos cuantos fiambres con tal de ayudar a su familia. Los rusos son los malos que se metieron con el hombre equivocado y el protagonista muta del patetismo al heroísmo en una travesía delirante que merece ser disfrutada con un balde de pochoclos.
Hipnótica Chico ventana también quisiera tener un submarino, ópera prima del cineasta uruguayo Alex Piperno, guarda varias sorpresas más allá de un extenso título que poco adelanta sobre la trama. Es difícil descifrar los mecanismos que llevaron a crear una película tan auténtica, pero no por ello es menos disfrutable pasar por la rica experiencia de apreciarla. Luego de su premiere internacional en la 70ma. edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, donde recibió el Tagesspiegel Award, Chico ventana... llegó a la plataforma CINE.AR PLAY, para disfrute popular. La ficción relata la historia de un miembro de la tripulación de un crucero que recorre la Patagonia descubre bajo cubierta, en el espacio restringido al personal, una puerta mágica que conduce a un departamento de una mujer en Montevideo. Esta chica, por su parte, vive del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Por las noches, el único placer que parece darse es el de una copa de vino, en soledad, mientras mira televisión. El cruce de ambos más que sorprenderla, le da cierto regocijo. Al mismo tiempo, un grupo de campesinos halla cerca de su poblado en Filipinas una cabaña de concreto cuya presencia atemoriza a algunos de los habitantes. Tres mundos distantes que terminan por converger en un mismo punto y una película que propone un tratamiento narrativo audaz al jugar con el tiempo y el espacio. Es un viaje onírico, fantástico, por momentos incomprensible pero siempre hipnótico. Lo más cercano a un sueño profundo que se ramifica como un laberinto de posibilidades alternativas. Piperno no se achica en absoluto y eleva la vara al decidirse contar su película desde una perspectiva experimental, atreviéndose a abrir las puertas de su mente para imaginar realidades alternativas llenas de misterios. Chico ventana también quisiera tener un submarino busca patear el tablero de las historias autoconclusivas instalando nuevas maneras de pensar la cinematografía lejanas a los modelos clásicos. Vaya si lo logra.
Acción desenfrenada y por fuera de toda lógica Rápidos y Furiosos 9 está hecha para los fans que no critican absolutamente nada, ni siquiera la falta de coherencia de su argumento. El consumo irónico de la semana. Es inexplicable el fenómeno de popularidad arrasadora que tiene la saga Rápido y Furioso: aunque la calidad bajó de manera considerable a lo largo de las películas, los espectadores corren a las boleterías para un suministro adictivo de adrenalina pura. Por fuera de toda lógica y acarreando un listado de incoherencias mezcladas con acción, la novena parte llegó con la esperanza de rescatar a los cines de la crisis por la pandemia de coronavirus. Para sorpresa de muchos, entretiene y en ningún momento se torna pesada. Rápidos y Furiosos 9 arranca con Dom (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodriguez) viviendo en el campo con Brian, el hijo de Dom. Pero los problemas siguen tocando la puerta de la familia: Jakob (John Cena), el hermano menor de Dom, se ha unido con Cipher (Charlize Theron) para causar estragos y cumplir un deseo de venganza por parte de ella tras los sucesos de Rápidos y Furiosos 8. Explosiones, persecuciones, aventuras, disparos, malas actuaciones y algunas sorpesas; Justin Lee abraza la fórmula que tantas alegrías le dio a la saga repitiéndola para asegurarse el piso de espectadores fieles a Toretto y su pandilla. Los mayores problemas que acarrea la cinta surgen cuando busca salir de su zona de confort introduciendo remates de comedia o chistes patéticos que cortan la atmósfera de las escenas serias, algunas de las cuales son buenas, con el fin de matizar la trama y no volverla "tan solemne". ¿Quién paga una entrada de cine para Rápido y Furioso 9 con el objetivo de analizar la composición dramática y la originalidad de la trama? Absolutamente nadie. En base a esta verdad irrefutable hay que evaluarla considerando la historia evolutiva de una franquicia que no se ha privado de espectacularidades dignas de ver en pantalla grande. Como una máquina de hacer chorizos, la saga que inició el fallecido Paul Walker comprendió todas las reglas de los tanques hollywoodenses: pomposos por fuera, ruidosos por dentro.
Una saga terrorífica que empieza a oxidarse No tan efectiva como sus antecesoras, con menos "jump scares" y sin la dirección de James Wan, la tercera entrega de El Conjuro alterna los componentes del cine sobrenatural en una trama más cercana al thriller judicial, algo que no siempre le sienta a la medida. Los aportes de James Wan al rejuvenecimiento del cine de terror alcanzaron un punto de casi excelencia en 2013, cuando la primera El Conjuro llegó a las salas de cine. La aterradora historia real de los demonólogos Ed y Lorraine Warren contra la amenaza del espíritu maligno Bathsheeba hizo que más de unx durmiese con la luz prendida por un tiempo y se consolidó como una de las cintas de género más atractivas de la década del 2000, Un éxito pochoclero que encantó a la crítica, garantizando la apertura de spinoffs redituables con Annabelle y La Monja, aparte de la continuación de la historia madre. Ya sin Wan en la dirección, El Conjuro 3: El diablo me obligó a hacerlo sigue explorando los casos más reconocidos del matrimonio Warren pero sin la chispa de los inicios. Tras una electrizante primera escena que vale por toda la película, donde Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) realizan el exorcismo de David Glatzel (Julian Hillard), un niño poseído por un demonio, El Conjuro 3 centra toda su atención en Arne Johnson (Ruairi O´Connor) -también presente en el exorcismo- y en la razón que lo llevó a cometer el asesinato de su casero. Sin spoilear demasiado la trama, "la razón" tiene mucho de sobrenatural y será motivo de preocupación para que los cazadores de demonios vuelvan a la acción. Sin las casas embrujadas de la primera y segunda entrega, la acción central de la película ocurre en un estrado. Así, la saga adopta un tono de thriller judicial con tintes de horror, un camino pantanoso que no siempre la lleva por buen camino. Con menos cantidad de "jump scares" (sobresaltos) y una sensación de previsibilidad, Michael Chaves entrega un guion plano, advertencia sobre las primeras señales de podredumbre en el universo de la saga. Patrick Wilson y Vera Farmiga gozan de una química excelente y en esta entrega, se ahonda en la relación de amor entre Ed y Lorraine Warren (ambos fallecidos, ella en 2019) logrando un resultado actoral más que destacable. En la evaluación final El Conjuro 3 entretiene pero no fascina; un resultado lamentable si la vara del/la espectadorx es alta.
Mediocre reproducción de discursos xenófobos Liam Neeson vuelve a la acción en un filme vetusto que alimenta una ideología cercana al ala más conservadora de los Estados Unidos. El enemigo principal de Liam Neeson es el mismísmo Liam Neeson con su vasta trayectoria de intepretaciones de polícias, agentes especiales y veteranos de guerra que desatan su sed de venganza a raíz de alguna injusticia. En El protector (The Marksman, en inglés) intenta emular a los clásicos héroes renegados de Clint Eastwood sin una pizca de gracia y con una historia que carga un mensaje xenófobo cercano al ala más conservadora de los Estados Unidos. Calificarla de mediocre es un acto de dulzura. Un ranchero amargado (Liam Neeson) que vive en la frontera de Arizona se convierte en el defensor de un niño mexicano que huye desesperadamente de los asesinos del cartel que aniquiló a su mamá. Neeson, que además de granjero esconde un pasado como excomando (¡vaya que novedad!), no duda en cargar municiones repartiendo tiros a diestra y siniestra a todos los que se le presenten como amenaza. No hay ingenuidad en la decisión de poner a los mexicanos en el rol de villanos y a los norteamericanos como patriotas republicanos; este estilo de filmes tuvo un fuerte cuestionamiento en los últimos años, cuando Hollywood cayó en la cuenta de que los latinoamericanos también son seres humanos. El protector es digna de mencionar por lo agresivamente mediocre que es. Subestima a los espectadores, no ofrece secuencias de acción atrapantes, no deja sin aire ni pretende hacer emocionar con alguna secuencia de dramática, por más superflua que sea. Es neutra, no mueve ninguna vibra de excitación. Después de la excelente Búsqueda implacable (2008), la aceptable Non-Stop: sin escalas (2014), la predecible El pasajero (2018) y la insoportable Venganza implacable (2020), no estoy seguro de quién está más cansado, si Neeson interpretando siempre el mismo personaje o este crítico teniendo que pasar otra vez más por la tortura de la repetición incansable.