Es la historia de Adele (Kate Winslet), una madre divorciada que crió sola a su hijo, que está atravesando una crisis depresiva luego de que su marido la haya abandonado por la secretaria. Hasta ahí parece ser el típico caso de divorcio, pero todo cambia cuando ella y su hijo Henry (Gattlin Griffith) conocen en un supermercado a Frank (Josh Brolin), un convicto recientemente escapado del hospital al que fue llevado para ser operado, y se encuentra con la herida abierta. A diferencia de lo que cualquier persona normal haría, pero presionados por temor a partir de la imagen que da el personaje, deciden ayudarlo dándole refugio en su casa Esto ya nos da la pauta de a qué clase de pareja vamos a ver en la pantalla: Una mujer con las defensas mentales bajas y un criminal. Como ninguno de los dos pudo reconstruirse en la nueva situación, el encuentro les da la posibilidad de hacer del otro su propio mundo. Pero como nada es lo que parece, es a partir de allí que Frank resultará un guía para Henry, quien anda buscando completar su familia al tiempo que un verdadero refugio afectivo y sostén para Adele. De los demás personajes se puede decir que aunque a Henry (Toby Maguire) se lo menciona mucho aparece poco, hay otros que sin tener tanto renombre sus intérpretes deslumbran, como la amiga de Henry, Eleanor (Birghid Fleming), que, con sus cortos 13 años, con su mirada escéptica sobre la realidad no sólo conquista a Henry, sino que además será quien lleve adelante el toque de humor que la película necesita, haciendo reír al público con armas leales. Con guión y dirección de Jason Reitman (“Juno”, 2007, y “Up in the air”, 2009), la realización está narrada en presente desde el punto de vista del chico, pero para construir las historias paralelas, como la razón del encarcelamiento de Frank, el motivo del divorcio y posterior enfermedad de Adele, recure adecuadamente el recurso del flashbacks, recuerdos de los adultos que terminan de armar ésta narración, del mismo modo que utiliza Frank cocinando un postre como un gran rompecabezas que queda expuesto sobre la mesada de la cocina de Adele. Una historia que podría haber circulado por el melodrama más anquilosado, a partir de la utilización y conformación de los personajes le escapa un poco al género y a la media promedio de éste tipo de producciones. El film resulta adorable, como la mayoría de las obras de Reitman, pero al mismo tiempo indaga en las profundidades del ser de cada personaje, les saca la careta y muestra sus verdaderas identidades, ya que, como dice Frank: “Nada desorienta más a una persona que decirle la verdad”.
No todo lo que brilla es oro. El documental "autobiográfico" sobre Justin Bieber presenta al ídolo pop canadiense tanto dentro como fuera del escenario durante su reciente gira. El montaje a lo largo de la película será siempre el intercalado entre imágenes de la grabación de su disco, junto con filmaciones caseras de cuando era pequeño, videos de su vida cotidiana tomados con cámaras de baja calidad, fragmentos del show captados con cámara profesional o con celulares de los espectadores, y entrevistas a Bieber y sus allegados (léase su familia, amigos, manager, etc…). Digamos, una estructura clásica televisiva de propaganda o promoción de un producto, como lo que realmente es, y esto lo confirma. ¿Por qué utilizo la palabra ídolo en vez de la palabra cantante? Antes incluso de que empiece la película ya figura la productora de Bieber: Bieber Time, que en español se traduciría como “El tiempo de Bieber”. Una manera algo bíblica de denominar a una productora si me preguntan (aunque bien podría ser un homenaje a Mc Hammer). Luego, una cámara en mano muestra primeros planos del ídolo tocando el piano, mirándose al espejo, hablando de su “bigote”… Actividades cotidianas por las que las fans enloquecen. Hablando de fans enloquecidas, la realización aprovecha para mostrar imágenes del tipo de público que asistía a los recitales de Los Beatles, allá por los años ‘60, y comparan la famosa escena de la llegada a Estados Unidos de la banda con la espera que hicieron las fans de Justin en el aeropuerto cuando éste arribaba al país. Además Sin ningún tipo de sentido, porque no se ahonda en el tema… Ni siquiera se escucha a los Beatles cantando, son imágenes en blanco y negro de las fanáticas de ese entonces y de la banda, en un intento (nefasto, por cierto) de equiparar a Justin Bieber con Los Beatles. Ya dentro del estudio, se lo puede ver escribiendo letras, tratando de hacer creer que son propias, o son poesias.... componiendo canciones (prefabricadas), charlando con los productores, tareas que dejan ver el proceso de grabación y edición de "Believe", su tercer álbum de estudio. Después de esa introducción arranca el concierto de Bieber, quien desciende con enormes alas en su espalda, cual ángel desde las alturas, para después desmontárselas y comenzar a bailar. Ya en el escenario, reproduce, imita muy mal algunos pasos de Michael Jackson, y se acomoda constantemente sus lentes de sol, lo cual puede resultar irritante considerando que los artistas comunican mucho a través de los ojos, de la mirada. A pesar de esto, el despliegue sobre el escenario es increíble, digno de una estrella. Con grúas en constante movimiento, más de veinte bailarines en escena, fuego, pantallas gigantes.....la música, como expresión artística, brilla por su ausencia. En las entrevistas que le hacen al intérprete responde con una efímera diversidad de palabras a lo que le preguntan, y muestra su costado caritativo: la relación que tenía con una niña que padecía de cáncer y que murió poco antes del primer concierto del solista. Entretanto llora y alienta a sus fans, los incita a creer en sí mismos, en que son capaces de todo, en que tienen que ser positivos y creer que todo es posible… En otras palabras, y a lo largo de toda la película, el mensaje es claro. Hay que creer, y si hay que creer en alguien es en él básicamente, que es el que baja con arneses desde arriba, el que da trabajo a miles de personas, el que tiene la palabra, el que es humilde… Y ya que estás, comprar una remerita o dos del ídolo pop del momento.
Un tour que activa el camino a la rebelión contra la injusticia y la tirania “Los juegos del hambre: En llamas” es una película que, como bien dice su título, prende la chispa que (suponemos, esperamos) desatará un caos en la próxima entrega. Dirigida por Francis Lawrence (“Agua para elefantes”, 2011, “Soy leyenda”, 2007) las acciones se desarrollan en Panem, un lugar dividido entre los desposeídos que mueren de hambre en los distritos y los habitantes del Capitolio -una apología al capitalismo salvaje- donde dirigentes y privilegiados que llegan hasta provocarse vómitos para poder seguir comiendo. Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) y Peeta Mellark (Josh Hutcherson) ya están de regreso en su distrito, el 12, para el reposo de los triunfadores de la edición 74 de los Juegos del hambre. Ella se reencuentra con su gran amigo de la infancia Gale Hawthorne (Liam Hemsworth) y con su familia. Pero ese descanso es efímero, Peeta y Katniss se ven embarcados en “La gira de la victoria”, un tour que dará pie a levantamientos en los diferentes distritos. El Presidente Snow (Donald Sutherland), con la ayuda de Plutarch Heavensbee (Philip Seymour Hoffman), tiene como finalidad alejar cualquier vestigio de insurrección, para ello deben eliminar los iconos populares corporizados en quienes triunfaron en clara oposición al poder. Se anuncia entonces el tercer Vasallaje de los 25, una edición especial de los juegos que pone a los antiguos campeones de cada distrito como tributos, modificando las reglas. Personajes viejos, Caesar Flickerman (Stanley Tucci), presentador del reality show, y Haymitch Abernathy (Woody Harrelson), mentor borracho que ayudo a ganar los juegos pasados, aparecen en tono cómico como una manera de aliviar la tensión que atraviesa el texto. A pesar de que “En llamas” claramente persigue el objetivo de una buena recaudación en la taquilla demuestra, instalando un discurso de rebeldía, ser algo más que un simple entretenimiento. A diferencia de la primera parte, donde el foco de atención está en la batalla entre los jóvenes por la supervivencia, se pueden apreciar los primeros indicios de la revolución donde la gente, harta de un sistema opresivo, deposita su fe en Katniss y se refugia en ella como símbolo de la rebelión. En ese sentido la realización alude a referencias religiosas en forma permanente, por un lado el mandamiento “No mataras”, por otro, en una escena clave de la historia, el cuadro conformado por el cuerpo de Katniss, tiene referencias directas a Cristo, y la escena en su conjunto podría leerse como implicando directamente al Che Guevara. Ambos en la historia de la humanidad aparecen como personas que produjeron cambios radicales en la sociedad, por lo que esta podría ser una interpretación valida. Con guión de Simon Beaufoy (“Slumdog millionaire”, 2008) y Michael deBruyn (“Little Miss Sunshine”, 2006), basado en la segunda novela de la trilogía de Suzanne Collins, “En Llamas” logra ser consistente y de buen ritmo narrativo, tan atrapante como para mantener al espectador atento sus casi dos horas y media de duración. Con respecto a la música, el compositor James Newton Howard recupera los temas de la primera entrega, pero en éste caso, gracias a la conjugación con la dirección de arte en general y la fotografía en particular, crear climas opresivos, que la primera no tenia, al mismo tiempo que acompañar los estados de ánimo de los personajes principales. A nivel general, lo más atractivo resulta ser lo visual, el detalle con el que están construidas las imágenes, los primeros planos para el lucimiento de Jennifer Lawrence, o el vestuario que por momentos oculta las formas y por otro los exacerba, o los espacios que juegan un papel importante, como el interior del hotel, el campo de batalla, las fiestas en el Capitolio, todo es llamativo y exuberante. Es que el mundo del poder concentrado en el “Capitolio” es así, un híbrido entre un canal de moda, uno de farándula y uno de cocina. Cuando los distritos se unen para levantarse en contra del gobierno instituido, se podría pensar que a nuestra heroína le resuena algo la frase de Carlos Marx “Proletarios del mundo, uníos”, salvo que en éste caso, la frase pasa a ser: “Recuerda quién es el verdadero enemigo”. Sólo resta esperar la tercera parte, pues la lucha continua.