Zoolander 2

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Las nuevas andanzas de Zoolander

No era una tarea fácil igualar la gracia y la inventiva de Zoolander, aquella mordaz sátira del mundo de la moda que Ben Stiller dirigió y protagonizó en 2001. Repleta de buenos gags y beneficiada por la creación de una galería de personajes tan extravagantes como memorables, esa película recaudó cerca de 60 millones de dólares, el doble de su presupuesto, y fue -con justicia- bien recibida por buena parte de la crítica.

La presentación de este segundo capítulo se llevó adecuadamente a cabo en la pasarela de Valentino en París. No es la única pista de que la gente de ese universo regado de superficialidad, dinero y argucias impositivas también tiene sentido del humor. Una de las fans más elocuentes de Derek Zoolander, el inefable inventor de la "mirada blue", capaz de los más insólitos milagros, es nada menos que Anna Wintour, famosa editora de la revista Vogue en Estados Unidos y parte del profuso elenco de un film lleno de cameos de celebridades -Justin Bieber (en la frenética escena inicial, de lo mejor de la película), Katy Perry, Willie Nelson, Susan Sarandon, Ariana Grande, Demi Lovato, A$AP Rocky, Skrillex y hasta el astrofísico Neil deGrasse Tyson- y de popes de la industria a la cual se toma en solfa: igual que Valentino, Marc Jacobs, Tommy Hilfiger y Alexander Wang se sumaron al chiste confiados en su potencial publicitario.

Mirada fatal

La trama es deliberadamente disparatada: Derek vive recluido en un inhóspito rincón de Nueva Jersey (¡!), traumatizado por las consecuencias de la destrucción literal de su bizarro proyecto de beneficencia infantil. El rey de la moda es ahora Don Atari, un alienado admirador de Bob Esponja (interpretado por el comediante de Saturday Night Live Kyle Mooney). Su esposa ha muerto y su hijo lo culpa del desastre. Tendrá la oportunidad de recuperar algo de lo que ha perdido con la decidida colaboración de su viejo rival Hansel (Owen Wilson), y el villano será otra vez el desagradable y ambicioso Mugatu (Will Ferrell). Lo convoca un problema también desopilante -una serie de asesinatos de celebridades que han emulado su famosa mirada y han subido la imagen a Instagram- que tendrá inverosímiles ramificaciones. Y colabora con él una seductora agente de la "Interpol de la moda" (Penélope Cruz).

Lo cierto es que en esta ocasión hay mucho más despliegue técnico y menos originalidad que en la primera parte. Este tipo de películas depende mucho de la efectividad de los gags, y los de esta secuela son menos eficaces y sorpresivos que los de su predecesora. Han pasado quince años desde el estreno de Zoolander, y si hay algo que ha crecido con una velocidad inaudita en todo ese tiempo es el desarrollo de las redes sociales, con los cambios de conducta que trae aparejados. Y esos cambios, como Stiller nos lo sugiere con su habitual acidez, no son precisamente un estímulo para la reflexión y la inteligencia.