Zenitram

Crítica de Florencia E. González - Leedor.com

¡El que no salta es Superman!

Zenitram dirigido por Luis Barone, es el original film ganador del Concurso del Bicentenario organizado por el INCAA. El guión, basado en una historia de Juan Sasturain, tiene a Juan Minujin en el rol protagónico y cuenta con curiosas participaciones como la de Jorge Rulli y la del artista plástico Daniel Santoro. Se suman los actores Luis Luque, Daniel Fanego, los españoles Jordi Mollà, Verónica Sánchez, y el cubano Steven Bauer.

La idea de que exista un superhéroe argentino surgido bajo el techo de chapa en un barrio pobre, es atractivo para una comedia con toques de historieta e intenciones paródicas. Si además sus proezas se contextúan en el mundo próximo del año 2025, una época donde el agua es un artículo de lujo – la poca que hay se compra con tarjeta de crédito – por culpa de los negocios espurios del gobierno con un monopolio denominado WaterWhite, están dados los elementos para una caricatura que coquetee con la actualidad aludiendo a lugares comunes del imaginario argentino.

El argumento de Zenitram promete y tiene visos interesantes. Reflejo de una sociedad disgregada y algo apocalíptica en la que cada cual piensa en sí mismo, surge este héroe maltrecho, algo torpe y sin ningún tipo de idealismo. Es Martínez (Minujin), un joven que acaba de perder su trabajo como recolector de basura y que recibe en los baños de Constitución, poderes, entre ellos el de dominar el agua por lo que podría invertir el curso de la historia y de ahí su nombre, Zenitram. Un nuevo héroe que en medio del individualismo, la atomización y un poder decadente, encuentra pronto sus límites. Acorralado entre el hastío personal y los intereses ajenos, su deseo sólo se focaliza en poder conquistar a su novia de la infancia. Un periodista (Luque) que le abre la puerta grande de la popularidad, consigue que Zenitram sea miembro del gabinete en el cargo ad hoc de Ministro de Asuntos Extraordinarios del gobierno corrupto y antinacional del presidente Orozco (D. Fanego), en obvias alusiones a un presidente argentino. El protagonista está lejos de ser un justiciero social pero le deprime responder a esos oscuros intereses. De la villa a la fama, a Zenitram le sobreviene la angustia y también la cocaína (¿suena conocido?). Y como a todo héroe le llega el ocaso, éste sucede luego de estrellarse contra el obelisco en medio de un acto oficial en la 9 de julio y quedar expuesto a su adicción. Acto seguido, sus días pasan en un centro de rehabilitación de superhéroes en Miami. A su vuelta, ahora sí para salvar a la Argentina de los despiadados intereses extranjeros (el villano del agua es un español), se enfrenta con su antiguo compañero de rehabilitación, un cubano retirado (S. Bauer) que procede en nombre de un sindicato de superhéroes. El hecho que desencadena el final de la película, convierte al centroamericano en una suerte de entregador que ciertamente no deja bien parado a los cubanos, a los sindicatos ni tampoco a los héroes, aunque estén retirados.

El único personaje preocupado en un proyecto colectivo, obsesionado por inducir una lluvia y así tener agua, es el que interpreta Jorge Rulli, aquel militante de la Juventud Peronista de la época de la resistencia, perseguido y secuestrado. Rulli, quién ya fuera protagonista en el 2002 de un documental también de Luis Barone, Los malditos caminos, sobre la historia del padre Carlos Mugica, del militante José Luis Nella y de Lucía Cullen, actúa representando a quién cuestiona el poder desde un lugar insobornable elaborando un conocimiento que puede ser la llave de la liberación. Este rol es un guiño que entrecruza características del militante real, hoy abocado en reclamos ecologistas, y el personaje del film que por significar un peligro a los intereses dominantes, termina siendo secuestrado.

La escenografía, eficientes efectos especiales y una costosa producción hace de Zenitram, una película atractiva en muchos pasajes de la película, mixturando muy buenos dibujos de animación en el principio y final de la historia, partes de una historieta – dibujada por Santoro, quién hace de sí mismo - y una estética futurista para los tramos que muestran una ciudad resignificada en simbolismos peronistas. En la Buenos Aires del 2025, con un halo modernizado de los años 50, reina un aire épico pero decadente. La nueva fisonomía urbana muestra multiplicación de edificios similares al mítico Ministerio de Infraestructura y Obras Públicas – aquel de donde daba los discursos Eva -, oscuros bustos parecidos a Perón en los despachos corruptos de los políticos, una especie de ave Eva que domina como insignia los capots de los autos de lujo y hasta un Monumento al Descamisado, más alto que el obelisco, que se erige dominante y absurdo. ¿En qué nos hemos convertido? – parece decir la película, desde la Argentina, la Argentina; desde el peronismo, el peronismo.

Zenitram es una película novedosa dentro de la filmografía argentina. En línea, se me ocurre Adiós querida Luna de Fernando Spiner, un poco también con La Antena o La Sonámbula (aunque sin la densidad de ésta) y no muchas más. Tal vez no sea excelente, falle en algunos tramos y principalmente, en abandonar a la historia y a los personajes en función del gag. Pero, es un buen intento de ampliar el registro de tonos y de géneros del Cine Argentino. Quizá si se hubiera animado a ser una película destinada al público infantil, lo que haría que también sea vista por los adultos (por lo que los guiños políticos tendrían destinatario), Zenitram sería un film que aspiraría a tener más proyección. En cualquier caso, es complicado cuando un ramillete de giros ingeniosos prevalece por sobre la historia de una película.