Zenitram

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

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Permítanme comenzar mi review de una manera un tanto pedante. A final de cuentas, he leído a tantos pelotud... atómicos con aires intelectualoides que han analizado a Zenitram de una manera tan equivocada, que considero que tengo derecho a justificar mi análisis en términos un poco más coherentes. Esos periodistas serán buenos críticos de un Bergman o un Allen, pero acá nosotros escribimos todo el tiempo sobre cine fantástico, así que paren un poco de mandar fruta y escuchen un poco más a la gente que está especializada sobre el tema.

La raíz del tema es que hay un problema de incompatibilidad entre la cultura Argentina y la temática de género (sci fi, terror, policial, etc). Vale decir, una enorme mayoría de géneros están asentados en raíces norteamericanas o europeas, y no se pueden transplantar tal como son (salvo que sea en tono de comedia). Usted no puede poner un detective privado en Buenos Aires o un vampiro en Bariloche porque eso sería ridículo (aunque hay gente que lo ha hecho, y así le ha salido). Eso no quita de que haya versiones autóctonas de ciertos géneros - Borges cultivó el policial y la temática fantástica con un fuerte gusto argentino; Oesterheld nos dió su alegórica historieta El Eternauta, Mosquera R. nos regaló Moebius -; pero dejando de lado esos casos, en la mayoría del resto lo que se hace es crear híbridos, versiones tomadas tal cual de sus moldes yanquis a las que se le agrega porcentajes iguales de cultura criolla y autoparodia. Esto resulta fundamental para que la versión "a la Argentina" logre superar con vida la barrera de los clichés del género - imaginen a Superman buscando una cabina telefónica en Buenos Aires -. El que sabe mucho de esto y ha lidiado con éxito con las dificultades de nacionalizar géneros sin caer en lo ridículo es Damian Szifron.

Acá Zenitram (basada en un cuento de Juan Sasturain que data de 1996) es un híbrido que entra en la última categoría antes mencionada. El gran riesgo con la nacionalización de géneros es que a veces uno se engolosina con la cuota de cultura criolla que agrega (que sirve para satirizar a los clichés del rubro), y que puede llegar a generar un bofe bíblico como Adios Querida Luna, llena de chistes intelectualoides que sólo le hacen gracia a su autor (¿alguien se rió cuando golpeaban al alienígena con el videojuego del Maradona virtual pateando penales?). Aunque Zenitram amenazaba bastante con caer en esos mismos derroteros, por suerte el filme de Luis Barone tiene una riqueza bastante importante de ideas, lo cual no quita que no tenga su propio caudal de problemas (y algunos de ellos realmente serios).

Acá hay un muchacho de la villa, al que un día alguien le da superpoderes como en una versión criolla de Shazam - grita su nombre al revés y ya se transforma -. No hay explicación de quién lo hizo y por qué a él, quedando simplemente como el deux ex machina que impulsa la historia. Así mismo recibe la misión de reintegrar el equilibrio del mundo, devolviendo la posesion del agua a la gente. Pero el pibe no es muy brillante, vuela como puede, tiene superfuerza, supervista y supertodo pero no sabe manejarlo. Al toque está la prensa dando vueltas, y allí aparece el periodista Javier Medrano, el que termina por transformarse en una suerte de mentor y manager. El corrupto presidente de la nación (Daniel Fanego, que se relame con su papel) procede a salir en la foto con él y le inventa un ministerio para que se le pegue un poco de la popularidad del muchacho; y, a su vez, el siniestro empresario español Daniel Durban procede a bajar sus líneas de envilecimiento hacia Medrano y Zenitram. Y mientras el muchacho está cada vez más sacado por la droga y el poder, descuida las necesidades de la gente y el objetivo de su misión. Mal día para que Superman deje la falopa.

Juan Sasturain demuestra que es un escritor inteligente y que maneja los códigos del género de superhéroes. Como aquí hay superhéroe pero no supervillano, el relato debe funcionar como una alegoría (algo que han demostrado las películas de Godzilla de 50 años a esta parte). Acá Sasturain se dispara con una versión alegórica de la Argentina menemista de los años 90, mezclando en la volteada a Maradona, el Guillote, y los temibles inversores españoles de la época (¿alguien dijo Iberia?), y todo esto salpicado por los clichés del género de superhéroes y toques de picardía criolla. Es en esos momentos cuando Zenitram funciona, provocando más sonrisas que risas, ya que toda la situación nos es inconscientemente conocida pero nos resulta simpático el maquillaje que le pusieron.

Pero Zenitram posee dos graves problemas que la lastran y terminan por frustrar casi todos sus esfuerzos. El primero es el de un par de perfomances horribles. Mientras que Luis Luque le da el tono justo al relato con su voz en off, Fanego se regodea con su presidente populachero, y Minujin llega con lo justo para su superhéroe, por el otro lado Verónica Sanchez arruina completamente cada escena en la que aparece. Posee química cero con el protagonista, es antipática y carece de carisma. El otro que tampoco ayuda es Jorge Rulli, ya que su profesor distraído es tan monocorde y aburrido que es soporífero. El segundo problema importante de Zenitram es el clímax, que es abrupto y deja un montón de historias sin cerrar. Quizás el tema pase porque el relato sólo funcionaba como alegoría menemista y, cuando debe apartarse de ello para cerrar su porción original de la historia (los superpoderes y el regreso del agua), se desmorona violentamente. La inclusión con calzador del superhéroe yanqui retirado que compone el cubano Steven Bauer es una clara señal de que los guionistas no sabían como darle un cierre a todo.

Zenitram es una aventura a la que aquí calificamos con cuatro atómicos en un exceso de generosidad, simplemente porque el 90% de la película funciona de manera bastante competente, hay unas cuantas ideas interesantes, hay un par de momentos buenos, y los efectos especiales son impecables para una producción made in Argentina (atenti al auto Justicialista que conduce Verónica Sanchez, que es una rareza total). Pero el 10% restante (el final) es terrible y desbalancea seriamente los méritos de la obra al punto de ponerla en riesgo de naufragar. Las conclusiones serían: ¿es interesante? Sí, como curiosidad y en un sentido bastante nerd. ¿Es cómica?. No mucho, tiene un par de momentos, y el resto del tiempo es simpática. ¿Es recomendable?. ¿Vale la pena ir al cine?. Y... yo le diría que, salvo que sea un ultrafan de la Marvel o la DC Comics (o le sobren los 30 mangos de la entrada a un cine), dése un tiempo y espere a a que salga en video.