Zaneta

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

Ganadora de 7 Lion Czech awards en Karlovy Vary (Mejor director y Mejor guión), seleccionada en el Festival de Cannes, elegida Mejor Película II Festival Al Este del Plata, Zaneta relata una historia de discriminación y exterminio que el pueblo gitano ha sufrido a lo largo de los años. La República Checa no escapa actualmente a las nefastas consecuencias que el flagelo de los prejuicios raciales, que hace que un semejante sea percibido como un otro, que es siempre un enemigo que viene a robarnos algo que nos pertenece.

Petr Vaclav vuelve con un tema que ya había planteado en Marian (1996), la historia de la infancia de una niña gitana dentro de la sociedad checa en la época del comunismo, que crece entre la prisión y los servicios sociales.

En Zaneta (2016) su director elige no sólo trabajar con actores no profesionales, sino además filmarlos en los espacios que habitan. Con lo cual resulta un film sin concesiones que habla sobre las profundas contradicciones de un continente que va desde el mea culpa, pasando por la intolerancia para arribar en muchas ocasiones al odio. Y lo hace desde una delgada línea donde el documental se alimenta de la ficción y viceversa.

Zaneta es el nombre de una joven madre que intenta valerse por sí misma para poder vivir dignamente y darle a su hija un porvenir sin tanto dolor. No obstante sus enormes dificultades para sobrevivir, ama la vida y logra disfrutar de ella aún en sus peores momentos. Es probable que esa intensa vitalidad sea el motor que la mueve a insistir en cambiar no sólo la realidad de una etnia, sino la suya propia. Lo cual no es fácil, porque no sólo debe luchar contra el imaginario del determinismo genético inserto en la sociedad a la que pertenece, sino que también le da batalla al que yace dentro de su propia minoría. Y en esto es radical. Ya que si bien ama al padre de su hija, no desea someterse ni a sus prejuicios, ni a su modo de enfrentar la realidad.

Zaneta es un relato duro, conmovedor y necesario, que también nos habla –implícitamente- del racismo, como un modo de distraer la atención de ese otro flagelo, que representa la crueldad de la corrupción política.