Zama

Crítica de Paula Caffaro - Subjetiva

Zama, de Lucrecia Martel
Por Paula Caffaro

A la orilla del Paraguay Don Diego de Zama contempla el transcurrir del tiempo reflejado en el oleaje mínimo de la marea. De postura erguida y en tres cuartos perfil el cuerpo del hombre juega con el fondo una relación de equilibrio casi perfecta. Se podría camuflar con el ambiente, aunque se percibe que hay algo que desencaja. Diego de Zama, el corregidor, trabaja para la corona española. Sin embargo, su vida cortesana no es la esperada. Entre audiencias de pobladores locales con problemas inútiles y un presente personal latente, Zama lo único que hace es esperar.

En el noreste argentino durante el 1500 el virreinato español dominaba la zona bajo las órdenes de un Rey que nadie conocía, pero todos debían obedecer. Su representación, un gobernador infame, sólo acrecentaba la desconfianza de un pueblo sumido en las costumbres locales, el lujo de pocos y el mestizaje. Mientras tanto, y en la frontera entre la riqueza y la pobreza, Zama, intenta conseguir lo que viene esperando hace mucho tiempo: su traslado a Buenos Aires.

No es novedad que Lucrecia Martel sea la experta de la puesta en escena cinematográfica. Bastaría con enumerar sus obras y mediante la elección de cualquier escena al azar hacer un análisis formal. El trabajo de Martel propone siempre un manifiesto de amor al cine, es así como cada plano de sus películas no sólo lo demuestran, sino que lo expresan de manera explícita con recursos como la utilización de la profundidad de campo y la multiplicidad de acciones en capas, los primerísimos primer plano de rostros, el meticuloso diseño de sonido (que nunca olvida esas chicharras propias del clima cálido que tanto recuerdan a los pantanos) y una cámara segura que no le teme a los saltos de eje (Martel se caga en la ley de 180º).

En esta oportunidad, y tras diez años de ausencia, Zama viene a confirmar que Martel está más presente que nunca de la mano de un cine imperfecto que destila realismo. El acercamiento a la cotidianeidad norteña, ahora en el siglo XVll, no hace más que exponer la artificialidad de la pose. El ridículo de la parodia y el disfraz son, en este caso, los recursos que la directora salteña elige para dar curso a la historia de Diego de Zama adaptando la obra de Antonio di Benedetto.

Zama se sostiene, por supuesto sobre la historia del escritor mendocino, pero cinematográficamente en dos ejes. Por un lado, la degradación física del protagonista, y por el otro, la irrupción del elemento mágico (tan propio de Martel). Don Diego de Zama lleva, por su cargo, una investidura que lo diferencia del resto: una peluca colonial como símbolo jerárquico, y una buena posada con muebles elegantes acordes a su rango. Con el transcurrir de la peripecia, serán cada uno de estos elementos los que se vean vulnerados (hasta su desintegración) como metáfora de la desaparición de las esperanzas del protagonista quien ve su deseo de ser traslado como un sueño imposible de alcanzar. El cuerpo de Zama, notablemente en proceso de putrefacción física y mental es una bomba de tiempo en la que Martel se apoya para transmitir la corporeidad de la espera eterna. A su vez, este elemento orgánico permite revalorizar uno de los tópicos predilectos de la salteña: la vitalidad de los cuerpos humanos y su desgaste.

El otro pilar (también revisitado por la directora en previas oportunidades) es la emergencia del elemento mágico. En los films de Martel el extrañamiento es el clima que habita la atmosfera, y Zama no es la excepción. El halo de la muerte está presente en cada uno de los susurros de las voces que, algunas con miradas a fuera de campo, regalan un ambiente de incertidumbre, y también en las sombras de los fantasmas que habitan la colonia. La mente de Diego de Zama está perturbada por el calor constante y la injusticia de la traición, pero la oscuridad que palpita no es producto de su imaginación, es más bien, otro rastro de artificialidad del relato. La enunciación es manifiesta y la exacerbación es la caja que se mueve sola y la duplicación del niño muerto entre otros, como por ejemplo la brutalidad de los salvajes rojos o las picaduras de alimañas autóctonas.

Zama marca el regreso de una realizadora prodigio que ama el cine. Disfrutémosla.

ZAMA
Zama. Argentina/Brasil/España/Francia/Holanda/México/Portugal/Estados Unidos:
Guión y dirección: Lucrecia Martel. Intérpretes: Daniel Giménez Cacho, Lola Dueñas, Matheus Nachtergaele, Juan Minujín, Rafael Spregelburd, Nahuel Cano, Mariana Nunes y Daniel Veronese. Fotografía: Rui Poças. Edición: Miguel Schverdfinger y Karen Harley. Diseño de producción: Renata Pinheiro. Sonido: Guido Berenblum. Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 115 minutos.