Z

Crítica de Carolina Sanguineri - Sin Intervalos

Es octubre, el mes del Halloween, y este jueves se estrena “Z”, un film de terror que promete dejarnos sin ‘ZZZ’ (dormir). ¿Cumple?

La historia cuenta cómo Josh, el único hijo de Beth, juega constantemente con su amigo imaginario, y empieza a comportarse de manera diferente. Su mamá, al principio, no le da importancia a esos cambios, creyendo que es una diversión inocente, propia de la edad. Sin embargo, el asunto deja de pasar desapercibido, y afecta tanto la rutina familiar como la vida escolar, las amistades y el ánimo del chico. Cuando Beth comienza a tener experiencias extrañas en la casa, quiere buscar la forma de ayudar a su hijo, llevándolo con un profesional y medicándolo, pero Kevin, el papá, se rehúsa a creer que Josh tiene problemas. Un psiquiatra, que había tratado a Beth en su infancia, encuentra similitudes con otro caso del pasado. Sin embargo, Beth se da cuenta de que esos problemas no terminarían sin que ella tome cartas en el asunto, sin importar qué cueste.

Es una película de terror sobrenatural y psicológico, y la dirección cuenta la historia de una forma clásica del género, con comienzo inocente, casual, feliz, claridad de imágenes, y a medida que avanza, la tensión aumenta, el sonido es más envolvente, y la luz desaparece. Las actuaciones requieren mucho drama y química; esta última no siempre presente. Las mejores son las de Beth (Keegan Connor Tracy) y de su hijo Josh (Jett Klyne).

La cinta está llena de jumpscares irrelevantes y baratos, o momentos de tensión indignantes que no sirven más que para manipular el ánimo del espectador. Si no es por la presencia de una banda sonora intensa, no genera impacto real, más allá de uno o dos planos que realmente asustan.

En cuanto a los aspectos técnicos, no es nada del otro mundo. La estética, la paleta de colores, la luz parecen ser sacadas de algún manual de “cómo hacer películas de terror for dummies”, ya que no tiene nada que ayude a destacar la película de entre miles más similares. Existe, si, un buen uso de la cámara, algunos movimientos interesantes -aunque sólo por momentos-, pero no es suficiente para ser memorable en nuestras retinas.

La trama, sin embargo, a pesar de ser simple, transmite un mensaje subliminal sobre la violencia psicológica que viven muchas personas que son víctimas de abuso emocional o físico. La manipulación ejercida recuerda a ese sufrimiento: nos conecta con los traumas, los aspectos oscuros, la otra mitad de nosotros mismos que quizás no nos animamos a confiar con todo el mundo, por temor a la vulnerabilidad, vergüenza, ser heridos.

Como agregado, también es importante lo que se expresa sobre el impacto de los adultos (o cualquier factor externo) sobre las infancias, en que se aprende a vivir e interactuar en sociedad. Cualquier golpe (fuera físico o psicológico) genera un antes y un después en la persona que se está formando. Esta película retrata eso con elegancia, usando una premisa sobrenatural y figurativa.

De todas maneras, mi opinión personal es que esta película no aprobó el examen. Es totalmente olvidable.

Por Carole Sang