Yuki y Nina

Crítica de María Eugenia D'Alessio - A Sala Llena

Una historia con poesía

Además de enfrentar el divorcio de sus padres, Yuki deberá separarse de Nina, su amiga incondicional. Las dos niñas, con apenas nueve años, intentarán huir de esa realidad que se acerca y cambiará sus vidas para siempre. Juntas planean escaparse; una aventura que significará mucho más que una picardía infantil.
Los vínculos entre padres e hijos y la amistad pura entre dos niñas es el tema sobre el cual gira este film, en el que predominan la ternura e inocencia. Nobuhiro Suwa, director de documentales y largometrajes como 2/Dúo, Una pareja perfecta, After War entre otros, se une al actor Hippoyte Girardot (quien se destacó en films como El primer día del resto de nuestras vidas, Un mundo sin piedad, entre otros tantos) y ambos logran relatar una historia sensible y sutil desde la mirada de la pequeña Yuki –Noë Sampy-.
Los padres de Yuki (protagonizados por Tsuyu y el mismo Girardot, en el papel de Frederic) deciden separarse y la niña deberá mudarse a Japón junto a su madre. La nena no logra comprender que el amor se acabe y que no haya posibilidades de revertir la situación. La angustia y la tristeza que esto provoca la lleva a que junto con Nina –Arielle Moutel- busque la manera de evitar lo inevitable. Así, luego de hacer lo imposible para impedir el divorcio, huyen hasta internarse en un inmenso bosque que parece no tener fin. Al menos así, piensan, salvarán su amistad.
La caminata en medio de la naturaleza se convierte en una enorme metáfora; ¿están perdidas en un bosque? ¿Qué es el bosque? A medida que las protagonistas se adentran entre los árboles y pasa el tiempo –imposible saber cuánto- la mente de Yuki se va transformando. La toma de la pequeña parada frente al sendero que la lleva afuera y la escena posterior en Japón transforman la historia en un juego simbólico. La niña consigue huir de su confusión; el regreso al bosque es la vuelta a la realidad, con los pensamientos más claros (aquí la iluminación y los colores brillantes son importantes). El reencuentro con su padre es el fortalecimiento del vínculo, que a pesar de las fronteras no se romperá jamás.
La sencillez con que se muestra la vulnerabilidad de los más pequeños ante las decisiones de los adultos hace de este un film tan sensible como profundo. Si hablar de lazos y sentimientos no siempre es fácil, mucho menos lo es para los niños. En este caso, son las actitudes las que hablan por sí solas; el lenguaje que predomina es el no verbal y la poesía, que tan bien sabe de amor, tristeza y pérdidas, se plasma en ricas imágenes de amistad, cotidianeidad y viaje interior.