Yuki y Nina

Crítica de Fernando López - La Nación

Delicada aproximación al sentimiento infantil

El encuentro, eje del film franco-japonés Yuki & Nina

El bosque que el abuelo dibuja sobre el papel ante la atenta mirada de Yuki es el bosque encantado de los cuentos, donde todo es posible para quien cree en sus poderes mágicos. Para la francojaponesita de 9 años, podrá ser escondite y refugio cuando la conducta de sus adultos se revele incomprensible y amenace con separarla de Nina, su amiga más querida; puede enseñarle el camino hacia la reconciliación, ayudarla a descubrir su propia voz y hasta conducirla, como un puente mágico, hasta el campo japonés donde también su madre jugaba en la infancia y a ella la esperan nuevos encuentros.

Entre la Yuki que observa cómo el abuelo traduce la luz del sol entre los árboles con su lápiz amarillo y la que en el final -teñido de delicada melancolía- recoge pequeñas orquídeas cerca de un río han sucedido algunas peripecias imaginadas por el consagrado Nobuhiro Suwa y por el actor (debutante en la dirección) Hyppolite Girardot, con el deliberado propósito de acceder a la percepción (y la comprensión) del mundo que se experimenta desde la mirada infantil.

Esa doble autoría se replica en los mundos que se reencuentran, en las dos culturas, en las dos visiones (la real y la fantástica) y en los dos momentos que presenta el cuento. Hay una primera parte urbana, realista, en la que las amiguitas, frustrado ya su sueño de pasar las vacaciones juntas, se empeñan en forzar la reconciliación de los padres de Yuki, cuyo divorcio traerá como consecuencia la mudanza de la chica a Japón. No comprenden las conductas adultas (los padres de Nina también están separados) ni las conforman sus explicaciones: parecen reclamarles mayor responsabilidad. Después, cuando la realidad es inmodificable, se impone la huida, lo que lleva a una segunda parte donde cambia el paisaje y prevalece el elemento fantástico, aun desde antes de que las pequeñas aventureras decidan internarse en el bosque de Fontainebleau.

Aunque concibieron juntos el guión y es presumible que la mano de Girardot haya pesado un poco más en la primera parte, donde hay escenas tan logradas como la de la lectura del "anónimo" firmado por El Hada del Amor, casi todo el film adopta el estilo del cineasta japonés ( Una pareja perfecta ), con su sentido plástico, sus largos planos contemplativos, sus silencios y sus improvisaciones. El film habla de reencuentros y del alma infantil sin maniqueísmos ni sensiblería; no le hacen falta porque la púdica ternura que transmite proviene de los actores y en especial de Noé Sampy (Yuki), desde cuyo punto de vista se plantea casi toda la narración.