Yuki y Nina

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Aquellas pequeñas cosas

La paternidad de Yuki & Nina es, como la de su pequeña protagonista, mitad francesa y mitad japonesa. Realizada por Nobuhiro Suwa (1960, Hiroshima, Japón, el mismo de Una pareja perfecta) junto al actor Hippolyte Girardot (1955, Boulogne-Billancourt, Francia) –a quien había dirigido en un episodio de París je t’aime (2006)–, el film comienza atento a las ocupaciones de la niña: sus juegos, sus conversaciones con una amiga francesa, su preocupación al enterarse sorpresivamente de la separación de sus padres y de los planes de la madre de llevarla consigo a Japón.
Cercana a algunas buenas películas recientes también narradas desde el punto de vista de una chica (Stella, La culpa es de Fidel), Yuki & Nina va tomando forma al detenerse en los materiales que las nenas manipulan con delicadeza (disfraces, papeles, figuritas, muñequitos, stickers) y en sus espontáneos diálogos y risas. Pequeños gestos que expresan más de lo que parece, como cuando Yuki aleja con su mano el boleto de avión sobre la mesa.
Una balsámica serenidad impregna casi todas las instancias del relato. “La vida no siempre es como queremos”, intenta consolar la mamá de Nina a las nenas, que deberán distanciarse. Aunque el divorcio de los padres y el viaje a otro país indudablemente resultan para Yuki motivos de angustia, este sentimiento es plasmado por Suwa y Girardot sin desbordes melodramáticos, con miradas tristes y ademanes nerviosos: hasta el improvisado escape de las amigas y la razonable intranquilidad de los adultos no aparecen acompañados de lágrimas ni gritos. Es interesante incluso cierto tratamiento elíptico por el cual quedan fuera del film situaciones que otros directores hubieran privilegiado: el viaje en avión, así como el paso por aeropuertos o por lugares arquetípicos de cada país. Tampoco hay muchos primeros planos; por el contrario, los personajes suelen aparecer empequeñecidos, inmersos en grandes planos generales (recurso que apreciarán mejor quienes elijan ver la película en salas de cine).
El corazón de Yuki & Nina es el deambular de las nenas por un enorme bosque, que, maravillosamente iluminado por Josée Deshaies, resulta próximo para el espectador, como un envolvente universo hecho de arbustos temblorosos y rayos de sol colándose entre los árboles. Una sensación de liberación, de extrañeza, invade a Yuki allí, y no resulta desacertado suponer que unas amigas y una anciana con las que comparte una merienda puedan ser producto de su imaginación o sus deseos, tal vez la exteriorización de las hadas y duendes que forman parte de su íntimo mundo.
En esta sencilla película, finalmente, varios opuestos parecen encontrar puntos de encuentro: franceses-japoneses, chicos-adultos, espacio urbano-espacio rural, alegría-tristeza, realidad-fantasía. Esa visión abierta, en cierta manera conciliadora, comienza en el mismo proceso de filmación: “Nos desprendimos, cada uno de nosotros, de la esclavitud del ‘yo’ –declaró Suwa, refiriéndose al trabajo compartido con Girardot–. Aquí no hay un ‘yo’, un autor único, sino un ‘nosotros’, un autor que son dos.”