Yuki y Nina

Crítica de Elena Castelli - El rincón del cinéfilo

Una historia sencilla, con pinceladas de la realidad, es lo que esta obra le aporta al espectador, mediante la mirada, tan absorta como inocente, de la niñez que, inconscientemente, tratan de integrar en su mundo de juguete los conflictos cotidianos de los adultos con sus ficciones y fantasías.

Yuki y Nina son dos criaturas de 9 y 10 años, amigas desde las primeras travesuras en sus vidas, comparten sus existencias en el transcurrir de los días en la escuela, los juegos, sus casas, los sueños, entre estos, por ejemplo, vacacionar juntas. Practican ingenuamente, casi como un juego más, la amistad franca, profunda y desinteresada. Ellas, por sobre todo son eso tan simple: Amigas.

Cuando Yuki se entera que sus padres se van a separar desconcertada observa que todo comienza a cambiar, para ella inexplicablemente. Su padre es francés, su madre japonesa. No comprende el por qué de esa separación, menos aún la razón por la cual su madre irá a vivir a Japón y que ella deberá acompañarla. Yuki se resiste a ese traslado porque tiene su vida en Paris. Con Nina como cómplice hacen planes para intentar la reconciliación de los padres, que incluye la redacción una carta que remiten al padre y la madre firmada como “Hadas del amor”. Como el resultado fue contrario a sus aspiraciones, resuelven huir perdiéndose en un bosque donde piensan que encontrarán la protección como solución al problema.

El realizador japonés Nabuhiro Suwa (50, años, autor de cinco largometrajes) y el actor francés Hyppolite Girardot (55 años) en su debut como corealizador cinematográfico, concibieron y concretaron una producción donde relato y personajes son tratados con ternura respecto a la infancia, planteando los conflictos con sobriedad y delicadeza, pero también abre la reflexión a los adultos respecto a hechos doliente de un tema que afecta a más familias de las que uno pueda suponer en la sociedad contemporánea, donde las verdaderas victimas son los hijos, inocentes de las causas que originaron el resquebrajamiento del núcleo familia.

Contaron con el aporte efectivo de técnicos que supieron captar la intencionalidad que guió a los guionistas-realizadores, particularmente en cuanto a fotografía, ambientación y cámara. Por otra parte, se destaca una muy buena dirección de actores, y la muy acertada selección de los dos chicos para interpretar a las pequeñas protagonistas, Arielle Moutel como Nina, y especialmente Noë Sampy que como Yuki tiene la responsabilidad de ser el eje de toda la obra.