Yo, traidor

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Será posible el sur

En un juego de opuestos, arbitrario, claro, “Yo, traidor” podría ser la contracara de “La hija oscura”, uno de los últimos éxitos de Netflix. En ese filme, una madre expone su derrotero sobre tener hijas sin desearlas y se lamenta de sus postergaciones personales sin reflexionar sobre la oportunidad única de ser madre. Rodrigo Fernández Engler hizo una película dedicada a su padre, y en los títulos finales (no funciona como spoiler) aclara "por él soy papá”. Esta es la historia de Máximo Ferradas (logrado rol de Martínez), un joven que integra una empresa pesquera familiar, muy bien posicionada, pero que aparentemente no siente como propia. En una tensa situación con su hermano Darío (Sergio Surraco) y mucho más amorosa con su padre (Jorge Marrale), toman la decisión de venderla a una firma estadounidense. Desde aquí cambia el rumbo de Máximo. Su ambición de poder, su egoísmo, la necesidad de hacer buenos negocios y su poca empatía con su entorno hará que rápidamente pida su parte de la empresa vendida, se instale en Perla del Mar, una localidad pesquera del sur, y se contacte con lo peorcito de la zona. Entre ellos estará Antonio Caviedes (excelente papel de Arturo Puig), quien es el hombre más oscuro y poderoso del pueblo, enfrentado con un sindicalista (Osvaldo Santoro) de buena fe, que se opone a la idea for export de consensuar una ley de pesca. Máximo se dejará seducir por la estirpe de Caviedes y hasta por su habilidad culinaria, pero se quedará sorprendido cuando muy suelto de cuerpo le diga: “Yo le resuelvo la vida a la gente, de todas las maneras”. El realizador logra un relato dinámico, pero con el espacio suficiente para reflejar los tiempos muertos de la vida de pueblo, con diálogos profundos, y utiliza la fotografía de bellas playas sureñas (està filmada en Chubut) para que el espectador se meta de lleno en ese paisaje y ese universo. Con la lógica “pueblo chico, infierno grande” (quizá algo exacerbada) ocurrirán hechos inesperados para Máximo que lo obligarán a tocar fondo. Lo único bueno es que la única manera de salir del pozo es yendo para arriba. Sobre el final se verá lo mejorcito de la historia, cuando sobrevuela un mensaje de resiliencia y se respira la importancia de buscar en lo mejor de la familia (por caso el papá de Máximo) para sacar la cabeza debajo del agua y volver a empezar.