Yo soy asi, Tita de Buenos Aires

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Una mujer emblemática del espectáculo argentino, combativa, una adelantada para su tiempo y un símbolo de supervivencia. Eso es Tita Merello y la película de Teresa Costantini muestra fragmentos de su vida, sus amores y su crecimiento en el mundo del tango, el teatro y el cine, en una tarea nada fácil para trasladar a la pantalla grande.

Yo soy así: Tita de Buenos Aires cuenta con una buena reconstrucción de época, muestra una dura juventud junto a su amiga Silvia -Andrea Pietra-, la conflictiva relación con su madre Ana -Esther Goris- y con Simón -Mario Pasik-, un hombre casado, en un ambiente violento y marginal dominado por hombres. "No pienso morirme de hambre" asegura Tita adelantando su costado artístico y vislumbrando su estelaridad.

Desde el conventillo donde vivía hasta el Teatro Bataclán, uno de los primeros donde trabajó y mostró sus piernas, hasta el encuentro con Eva -Soledad Fandiño-, la película es un recorrido ameno e ilustrativo con carteles sobreimpresos de los títulos de sus filmes y las famosas salidas de los teatros, entre flores, admiradores, luces y sombras del espectáculo.

La directora de Felicitas alterna estos pasajes de vida con fragmentos musicales y la vida social y política de Argentina desde 1920 a 1960, con sus amigos Hugo del Carril -Ludovico di Santo- y Discépolo y su conflictiva relación con el actor Luis Sandrini -Damián De Santo-, su verdadero amor.

La composición de Mercedes Funes en el rol central es el punto fuerte de la propuesta, con su impronta, gestos, posturas y su capacidad vocal para recrear las canciones más populares de la artista que expuso toda una época de manera áspera, brutal y sensual.

Entre la nostalgia y la mirada triste y contemplativa, la película cumple con su misión, aunque por momentos algunos personajes secundarios no tienen el peso dramático que la historia necesita -sobresale Andrea Pietra-, el resultado es favorable e impone el estilo único de su estrella, el mismo que acuñó en la ciudad del tango y de la revista porteña, y a la que nunca quiso abandonar.