Yo, Sandro

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Miguel Mato, a través de una vida contada por el propio Sandro, dirige este documental que decide enfocarse en la etapa menos conocida del ícono argentino: su infancia y su carrera más temprana.
El propio Roberto Sánchez, también conocido como Sandro (nombre que sus padres le quisieron poner originalmente y no les permitieron, en aquella época en que cada nombre tenía que estar registrado en el libro para poder ser utilizado), es quien va contando su historia. Su propia voz narra desde momentos de su infancia a aquellos en los que encontró repentinamente el éxito a través de la música y el cine. Narrada con su voz, con su forma entre simpática y poética de hablar.

En el medio se cuelan unas pocas escenas ficcionalizadas (como la mencionada con sus padres queriendo registrar a su hijo como Sandro) y testimonios sólo de otras dos personas: José Luis Rodríguez (El Puma, conocido por ese apodo gracias a una canción de Sandro) y Luz “Lucecita” Esther Benítez, cantante puertorriqueña cuyo primer tema fue uno de él.

Luego, imágenes de archivos y, sobre todo, la música. Canciones que a veces suenan de principio a fin. Interpretaciones frente a un público real y otras tantas de las películas que protagonizó. Una forma de mostrar que de un modo u otro, desde un principio, Sandro estaba destinado a convertirse en ícono con el magnetismo que provocaba en quien lo veía y escuchaba.

La opción del director es revelar aquella etapa de Sandro menos conocida, la de su infancia. Es por eso que el film profundiza más en esos aspectos y no tanto en el más reciente. Así, la voz del propio Sandro narra fragmentos de su humilde niñez pero la cámara sigue rincones de su vida ya conformada por el éxito a través de una casa enorme y de suntuosa decoración.

Otro agregado a este collage audiovisual se encuentra en unas grabaciones en Súper 8 que Sandro rodó en ciertos momentos de su vida, ya sea en su casa o en algún viaje. Por último, las voces de sus admiradoras (las famosas “nenas”) leyendo cartas en las cuales describían lo que sentían por él y lo que significaba en sus vidas.