Yo, mi mujer y mi mujer muerta

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Santi Amoedo construye en “Yo, mi mujer y mi mujer muerta” el espacio ideal para que Oscar Martínez regrese a la pantalla local con una propuesta diferente, y que lo tiene como protagonista casi absoluto de un relato que se apoya en un sub género de la comedia inspirado en las buddy movies para impulsar la narración.
Habría que preguntarse el porqué de que España a Martínez lo vive convocando para participar de comedias (“Toc Toc”), mientras que aquí siempre se lo llama para protagonizar dramas, thrillers y películas de corte costumbrista, entre otras. Martínez es un gran gran comediante.
Y en esta oportunidad la comedia es un tanto perezosa, comenzando con un arranque más bien lento en el que podemos ver a Bernardo (Martínez), un profesor universitario muy estructurado que verá cómo la vida le cambia de un momento al otro al fallecer, tras una larga enfermedad, su mujer.
Acompañado por su hija (Malena Solda) en la difícil transición, Bernardo desatiende el pedido expreso de su mujer de ser convertida en cenizas y comienza a padecer una serie de viscisitudes que tras la profanación de la tumba de su mujer se potencian.
Cuando esos sucesos “inexplicables” comienzan a sacudir su estructura, sumado a la poca colaboración de su hija, quien no desea hacerse cargo de su padre y de la soledad de él, se embarcará en un viaje hacia España para terminar de cumplir el pedido de ser esparcida allí.
En ese país terminará conociendo detalles de la mujer que nunca se hubiese querido enterar y también a un cómplice de “aventuras” que le complicará su estadía.
Pero antes comenzará un viaje iniciático, si, leyeron “bien”, iniciático, en donde las nuevas experiencias lo convertirán en un lienzo con miles de posiblidades para cambiar y repensarse.
Desosegado, con la convicción que todo el mundo está en su contra y que nada ni nadie podrá quitarle el profundo dolor de la pérdida, conocerá circunstancialmente a Aby (Carlos Areces) un ser muy particular que terminará involucrándose en su historia de amor trunco por la muerte.
“Yo, mi mujer y mi mujer muerta” comienza de manera muy tradicional y hasta costumbrista, con un Bernardo que prefiere no pagar el ataúd más caro (si “total se va a incendiar”), para luego apelar al humor más físico, ese en el que los gags y remates configuran una trama sólida para desarrollar la historia.
Amoedo busca en la naturaleza el espacio ideal para que Bernardo se transforme, la playa, el sol, el agua, son sólo escenarios que potencian la necesidad de aire libre que el personaje viene requiriendo desde la primera escena.
La dupla Martínez/Areces nos ofrece un clásico del humor, aquel que desde “Extraña pareja”, pasando por “Mejor solo que mal acompañado”, hasta llegar a la nueva comedia americana más radical con Seth Rogen y James Franco a la cabeza, bucean en la amistad de dos seres opuestos para disparar líneas narrativas.
Tal vez algunos huecos del guion le pesen a “Yo, mi mujer y mi mujer muerta”, pero aún con sus falencias, es una apuesta a un cine de género que poco y nada se hace en Argentina, y que en el caso de esta coproducción se permite jugar con sus posibilidades expresivas.