Yo, mi mamá y yo

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Todo sobre mi madre (y sobre mí)

El film de Galliene funciona casi como una autobiografía donde convergen los recuerdos de su infancia y adolescencia. Un artefacto sofisticado y poderoso que no deja de ser popular.

Les garçons et Guillaume, à table!", algo así como "Los chicos y Guillaume, a comer (a la mesa)", es la frase diferenciadora con que la madre del protagonista llamaba a sus hermanos y a él, Guillermine, estableciendo ya desde su niñez su carácter de diferente, su identidad en conflicto. Desde ese llamado original, el director, actor y guionista Guillaume Gallienne convirtió los recuerdos de su infancia y adolescencia en una obra de teatro que tuvo mucho éxito y luego la trasladó al cine, transformándose en un suceso de taquilla en Francia y alzándose con varios premios César, el Oscar francés.
Guillaume es parte de una familia burguesa, un tanto disfuncional, con una madre siempre elegantemente fastidiada y, para el protagonista, su modelo de feminidad. Pronto comienza a imitarla en sus gestos, se viste con su ropa y sale al mundo (unas vacaciones en España) solo para asomarse y empezar a confirmar quién es y lo que quiere para su vida.
Desde el comienzo, la película deja claro que pertenece a cierto tipo de cine que ya no se hace y a un modelo de interpretación un tanto añejo, sin embargo, por eso mismo resulta encantadora y probablemente logre la empatía del espectador en el desarrollo de un relato que cuenta la vida de un niño que va descubriendo un mundo, en donde su lugar todavía no está definido, pero además, el director asume otro riesgo y es el de interpretar a su propia madre, con el que el juego de roles suma complejidades a una película centrada casi en una autobiografía. Y todo este artefacto sofisticado logra ser popular, por lo que los méritos del film son indudables.
Es cierto que enrolada en la comedia pero con muchos elementos del drama y el absurdo, Yo, mi mamá y yo está siempre al borde del abismo de la sensiblería y la autocomplacencia, pero aunque tal vez el final no hace honor al resto del relato, en la mayoría de los casos sale adelante con inteligencia y una eficaz utilización de los recursos que cuenta.