Yo antes de ti

Crítica de Javier Luzi - Visión del cine

Yo antes de ti llega a la pantalla grande para que gastemos pañuelos y para hacernos creer que ser sensible es llorar viendo este producto fríamente calculado.
Lou Clark (Emilia Clarke), una chica excéntrica en un pequeño pueblo inglés, busca un trabajo y su lugar en el mundo. Su familia de clase trabajadora depende del sueldo que acaba de perder y ella es de las que viven para los demás. Por eso (las casualidades del guión -basado en un best seller de Jojo Moyes- que intentan hacerse pasar por causalidades de la vida y de los encuentros que nos depara el destino, o Dios que es su nombre religioso) cuando le ofrecen ser la compañía de William Traynor (Sam Claiflin), un paciente cuadripléjico, no lo duda un instante aún no teniendo experiencia alguna en ello ni al sentirse en inferioridad de condiciones (clasistas) al llegar al castillo donde vive el joven y sus padres. Lo que sigue es el desarrollo de la consabida receta somos-polos-opuestos-me-enamoré-sin-darme-cuenta. La cenicienta aggiornada (¡esos zapatos y esa ropa y esos gustos tan freaks!, ese look tan estrafalario para ser más directos y exactos) que encuentra a su príncipe lisiado, literal y simbólicamente, y hará lo imposible por reparar su alma herida y traerlo a este lado del mundo (para el que tiene un plazo explícito) en el que “los normales” le enseñan a “los distintos” a tolerar la falta real y aprender a convivir con ella por puro egoísmo disfrazado de amor.

Yo antes de ti es de esas películas de amor y enfermedad que abundan en buenas intenciones y echan mano a todos los efectismos y golpes bajos posibles pero lo inglés de su origen posibilita cierta, si no sutileza, al menos contención ante los desbordes esperables. La corrección y el recato inglés atemperan un poco el dramón lacrimógeno que uno se ve venir.

Obviamente, -como cualquier mortal puede corroborar-, si hay que sufrir es mejor hacerlo en lugares cómodos y regios y en paisajes paradisíacos y la película no se priva de mostrárnoslos para que el dolor al menos se vista bonito. Y los acompaña con una hermosa banda sonora para adquirir y volver a escuchar. Son de agradecer los comentarios de cierta incorrección y de humor negro sobre discapacidades y muertes por parte del protagonista porque arriesgan sobre el previsible tono y si bien el desarrollo de la relación entre los atribulados protagonistas tiene cierta fluidez, el conflicto de ruptura y pelea es tan abrupto que uno no puede más que aceptar que aquello se estaba estirando demasiado y hay que llegar prontamente al desenlace, aunque la dignidad esbozada se vaya al demonio. Por suerte no se quiebra tanto al punto de resolver milagrosamente lo irresoluble humanamente y el filme se permite no acabar en rosa, pero tampoco tan sombríamente. Digamos, un rosa pálido y un poco menos angustiante. Sabemos que siempre nos queda París.

Párrafo aparte para el reparto seleccionado. De un tiempo a esta parte los actores encontraron en la televisión un espacio creativo más interesante que el que les ofrecía el cine. Ahora pareciera que el cine está siendo asaltado por actores televisivos, de esos que despuntan hoy día en las series. Una de las razones podría ser captar ese público joven que hoy se vuelca a ellas. Pero he aquí la prueba de que hacer televisión como si fuera cine (uno de los argumentos que blanden los defensores de las series), no es hacer cine. Y actuar en ellas, tampoco garantiza ser actor. Emilia Clarke (la Daenerys Targaryen de Game of Thrones) es la prueba más cabal de ello: llena de mohines exagerados, sonrisas multiplicadas, gestualidad exacerbada e insoportable consigue hacer confundir, en el espectador menos entrenado, actuación lograda con simpatía y empatía fácil. Lo de Claflin es un poco menos notorio porque la limitación física de su personaje le “permite” manejarse con recursos gestuales, pero tampoco es un trabajo que descolle. Ambos son bonitos y consiguen esbozar cierta química pero de ahí a sostener algo más que eso corre por cuenta de quien lo pueda argumentar. El resto del cast: Jenna Coleman, Vanessa Kirby, Matthew Lewis, Janet McTeer, Charles Dance, -también con roles en series, más o menos conocidas-, está ahí para apuntalar a la pareja protagónica y poco más.