Yo, adolescente

Crítica de María Bertoni - Espectadores

Renato Quattordio se carga al hombro casi todo el peso de Yo, adolescente, adaptación del libro homónimo a su vez basado en el diario íntimo que Nicolás Zamorano publicó quince años atrás en la plataforma Fotolog. El actor recordado por su Junior Guerrico en la serie Simona encarna con encomiable entrega la versión cinematográfica del joven que creó y actualizó su blog con intención catártica y solidaria («Alguien en alguna parte tiene que estar pasando por lo mismo» reza el afiche del film).

Consecuente con la enunciación autobiográfica de la obra original, la película transcurre en primera persona del singular. Quattordio responde con soltura a las exigencias de un Zabo omnipresente, verborrágico, inestable, atolondrado.

Por su parte, Lucas Santa Ana sabe caracterizar a un personaje singular y a la vez pasible de convertirse en prototipo de adolescente porteño –atención– no de una generación cualquiera sino de aquélla que sufrió en carne propia la tragedia de Cromañón. El guionista y director se apoya en la evocación de aquel siniestro para desarrollar la veta trágica de un largometraje que también juega con el (sin)sentido irónico de la vida.

La banda sonora supervisada por Mariano Fernández, el vestuario diseñado por Ramiro Sorrequieta, los peinados de Paula Morón contribuyen a la recreación de un pasado más lejano de lo que algunos pensamos. Así lo sugieren las computadoras y los teléfonos celulares que usan Zabo y sus amigos, así como el protagonismo acordado a un blog (en 2005 faltaban tres años para el lanzamiento de Facebook en español).

A pesar del desempeño de Quattordio y de sus otras virtudes Yo, adolescente pierde pie en su tramo final, cuando explicita su intención conscientizadora a partir de un cambio de narrador. Este tour de force resulta innecesario, incluso contraproducente, para quienes recordamos Kids, impresionante opera prima de Larry Clark que también retrata la faceta más cruda –a veces severamente autodestructiva– de la adolescencia, sin recurrir a reflexiones o explicaciones de y para adultos.

Entre estos espectadores, hay quienes preferimos recomendar un trabajo anterior de Santa Ana: el documental El puto inolvidable. Vida de Carlos Jáuregui.