Yesterday

Crítica de Maia Debowicz - La Agenda

Camino a la fama

Un día demencial, el mundo se olvidó de Los Beatles, y sólo una persona pudo rescatar sus canciones. Así es Yesterday, la ucronía de Danny Boyle.

"Acostumbro a decir en charlas que la misión de los artistas es hacer que las personas aprecien estar vivas un poquito más. Me preguntan si yo conozco algún artista que lo haya logrado. Y respondo: ´Los Beatles lo hicieron´ ´´, dijo Kurt Vonnegut. Tanto nos han hecho apreciar estar vivos que no hay manera de imaginar el mundo sin el cuarteto de Liverpool. De eso trata Yesterday: ¿qué clase de humanidad hubiéramos sido sin conocer “All You Need Is Love” y “Revolution”? El décimo tercer largometraje de Danny Boyle es una ucronía un poco tramposa pero muy lúcida: como si el planeta Tierra estuviera bajo un estado de amnesia selectiva, a partir de un apagón eléctrico de doce segundos de duración, las personas despiertan sin saber qué o quiénes fueron Los Beatles. Su pisada ha sido borrada de la historia, y de Google.

El borrón sucede poco después de que un cantautor desconocido y con el espíritu roto, Jack Malik (Himesh Patel), decide abandonar la música porque a nadie le importan sus canciones. A nadie salvo a una persona: Ellie (Lily James), su representante y fiel amiga de la infancia que lo ama en secreto. "Los milagros existen”, le dice ella cuando Jack expresa que necesita uno. “El mundo está lleno de milagros. Benedict Cumberbatch es un símbolo sexual, por ejemplo”, remata la chica de rulos saltarines que siempre tiene una respuesta ingeniosa para rescatarlo a Jack del drama. El milagro que él tanto desea ocurre de manera extraña: el músico, sin suerte ni fanáticos, encuentra la oportunidad de obtener fama y prestigio cantando canciones de Los Beatles, asegurando que son de su autoría. Jack es testigo de lo que le sucede a alguien cuando escucha “Yesterday” por primera vez en su vida. Es espectador de la emoción que puede sentir una persona al oír los primeros acordes de “Let It Be”. Oscar Wilde aseguraba que la música es el tipo de arte que está más cerca de las lágrimas y de la memoria. Jack depende justamente de eso: de su memoria para recordar las letras y pasajes de “Hey Jude” o “Back In The U.S.S.R.”, y del vacío Beatle en la memoria de la humanidad. Al mismo tiempo, Danny Boyle juega con nuestra propia memoria, transportándonos en estribillos que nos calman como canciones de cuna a rincones donde no solo nos sentimos seguros, sino también felices. George Harrison lo explicó mejor que nadie: “Los Beatles salvaron al mundo del aburrimiento”.

Todo lo que necesitas es amor

Nacida de un guion de Richard Curtis (famoso por escribir los hits de amor cinematográficos Cuatro bodas y un funeral, Un lugar llamado Notting Hill y por dirigir Realmente amor), Yesterday no es una comedia romántica entre un hombre y una mujer, a pesar de que sea eso lo que se ve y se vende, a simple vista. Por detrás de la trama sentimental principal, más propia de Curtis, se encuentra oculto el verdadero romance: la historia de amor entre Jack y ese público que quiere enamorar. Aunque para lograrlo tenga que mentir, convertirse en una farsa. Para Curtis los vínculos artista-público y los recursos de ciencia ficción son conocidos, como demuestra el emotivo capítulo de Doctor Who, Vincent And The Doctor, dónde un sorprendido hasta las lágrimas Vincent Van Gogh viajaba en el tiempo para ver, al fin, su obra apreciada y admirada en el presente. No es solamente fama lo que anhela Jack, es la satisfacción de sentir que puede cambiar un día triste de una persona a través de una canción. ¿Qué poder misterioso tiene “In My Life” para hacernos sentir menos solos? Jack Malik, como en otras películas de Danny Boyle, es un personaje de clase trabajadora con una vida laboral lo suficientemente gris como para soñar con un futuro distinto, lejos de ordenar mercadería en el supermercado y escuchar a su despiadado jefe escupiéndole en la nuca que su único problema es que piensa que está para más que ser repositor.

Una de las características más bellas del cine de Boyle, un director que nació en Manchester, ciudad obrera por excelencia, es que muchos de los protagonistas no son héroes ni antihéroes. Son personas a quienes les cuesta mucho esfuerzo llegar a fin de mes, y saben que lo más probable es que todos los días de su vida sean iguales. La única manera de romper con esa realidad hiriente es que ocurra un milagro: en Slumdog Millionaire (¿Quién quiere ser millonario?, 2008) Older sale de la pobreza al ganar un concurso de TV; en Millones (2004) la familia de Damian puede acceder a tener electrodomésticos porque un bolso lleno de dinero cae del cielo. Hay una conexión directa entre Millones, una de las mejores películas de Boyle, y Yesterday: el niño, a quien señalaban de raro por adorar a los santos bíblicos, descubría con mucho dolor que el dinero empeora todo. Sobre todo si ese dinero realmente no le pertenece. Lo mismo le sucede a Jack cuando es consciente de que la gente lo aplaude por canciones que no son suyas. Pero Damian, con esas doscientas veintinueve mil trescientas veinte libras, puede alegrar los días de un grupo de indigentes llevándolos a comer todas las hamburguesas que quieran. “Disculpe, ¿es usted pobre?”, iba preguntando uno por uno el niño adorable repleto de pecas creyendo que puede combatir la pobreza mundial con ese bolso estallado de billetes que, confía, se lo envío Dios. Jack no reparte dinero ni hamburguesas, comparte la música de Los Beatles. Música que no solo modificó la vida de las personas, cambió nuestra sociedad y cultura. El problema es que, a diferencia de Damian, Jack está recibiendo un beneficio a costa de cuatro personas que no están. Que no son. No es un delito legal, es un conflicto moral.

Mientras mi guitarra llora suavemente

Danny Boyle presenta al protagonista de Yesterday con solo una secuencia donde Jack canta una canción propia. Con un montaje fluido y poético, vemos al personaje interpretando el mismo tema en distintos lugares, siempre con tres o cuatro personas como público. La sencillez narrativa de Boyle es tan singular y potente que puede relatarnos toda una vida, y un diccionario completo de heridas silenciosas, a través de una pequeña escena musical en distintos escenarios. Ese gran detalle lo une a su guionista, Richard Curtis: uno de los más brillantes aciertos de Un lugar llamado Notting Hill es la representación del paso del tiempo a partir del cambio de estaciones que atraviesa William Thacker, sin necesidad de placas informativas o de diálogos explicativos. Se puede entender al cine por su facultad de narrar en imágenes, y no dependiendo de las palabras.

En Yesterday, el sonido es clave para apreciar la película, sin embargo Boyle no descuida el peso de la imagen: cuando al protagonista lo atropella un colectivo nocturno, consecuencia del apagón de electricidad de doce segundos, su rostro deja de ser aquel que conocimos en esos primeros minutos de película. Debido al accidente, Jack pierde su barba característica, e incluso dos de sus dientes incisivos. Es el anuncio de que Jack ya no será el mismo. En esos pequeños detalles es donde el cine de Boyle hace una diferencia abismal con otros directores: en su economía narrativa para contar historias que no caben en la palma de la mano. Incluso con Yesterday, que sin ser de sus mejores películas, consigue escenas emotivas que funcionan como una fiesta sorpresa. Como ese instante en donde Jack recibe, al borde del pánico, a una pareja que también recuerda a Los Beatles, y sabe que él es un impostor. Contrario al temor que imagina y acalambra sus piernas, las dos personas lo visitan para agradecerle que cante esas canciones, pidiéndole por favor que jamás deje de interpretarlas. Porque de ser así este mundo sería un poco peor.

La felicidad es un rifle caliente

La canción que le da nombre a la película no se iba a llamar "Yesterday” sino “Huevos revueltos”. Paul McCartney se encontró con aquella melodía en un sueño, y cuando se sentó a desayunar la cantó para no olvidarla. La letra describe exactamente lo que lo aflige a Jack: “Ayer el amor era un juego tan fácil/ahora necesito un lugar donde esconderme”. El milagro también tiene su costado oscuro y pesadillesco. Ese efecto secundario también atacaba al niño de Millones cuando quien cree que es el verdadero dueño del dinero, el ladrón que robó ese bolso, lo perseguía y amenazaba de muerte para que se lo devuelva. “¿Sabes lo complicado que es el dinero? Pues las personas lo son aún más. Tenés que recordar que siempre hay algo suficientemente bueno para continuar”, le decía la aparición de su madre muerta al pequeño que no dudaba de que su mamá se había convertido en Santa Maureen.

En Yesterday, el papel de esa nueva Santa lo cumple la pareja fanática de Los Beatles, que le ruega a Jack que no prive a la humanidad de escuchar y bailar “Help!”, aún en esa extraña versión punk que decidió hacer. Ese “siempre hay algo suficientemente bueno para continuar” es mucho más que el amor de Ellie. Es tener el poder de volver accesible la pócima de esa felicidad enigmática que provoca escuchar el Álbum Blanco. Danny Boyle nos hace preguntarnos una y otra vez de qué está hecho el amor. La respuesta habita en la decisión final de Jack, quien le regala al público la música de Los Beatles de forma desinteresada. Ya no buscando que lo quieran, esta vez solo desea que ese otro sea feliz. Sin sacar ventaja o beneficios de ese acto. ¿Existe declaración de amor más grande que obsequiar la posibilidad de escuchar canciones de Los Beatles las 24 horas, de manera gratuita? Nietzsche dijo: sin la música, la vida sería un error. Sin Los Beatles también.