Yesterday

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La estafa de Liverpool

Sinceramente se extrañan mucho las películas que en otras épocas solían ponderar la vieja y querida premisa “¿qué tal si…?”, no la vertiente más o menos estereotipada que responde a los géneros clásicos sino más bien la versión verdaderamente delirante e incontrolable, casi siempre coqueteando con la fantasía estrambótica y el humor negro a lo bestia: así las cosas, la presente Yesterday (2019) nos devuelve temporalmente aquella algarabía chiflada de antaño con el objetivo manifiesto de regalarnos un esquema narrativo basado en un misterioso apagón global cuyo único efecto visible parece ser el “olvido” masivo -o más bien, la desaparición lisa y llana- de determinados ítems/ productos del quehacer humano, específicamente la Coca Cola, los cigarrillos, Harry Potter… y The Beatles, lo único que verdaderamente merece ser añorado/ celebrado considerando las tres nimiedades anteriores.

El protagonista es un muchacho hindú/ inglés, Jack Malik (Himesh Patel), que justo cuando se produce el apagón es atropellado por un autobús, no se ve afectado por la amnesia en cuestión y -siendo él mismo un músico- decide aprovechar la situación para hacer pasar todos los grandes clásicos de los cuatro de Liverpool como propios. La trama es realmente muy sencilla y apenas si juega a dos puntas por un lado con la frustración profesional del hombre, sin jamás lograr reconocimiento por sus propias composiciones y debiendo contentarse con el hecho de hacerse famoso gracias a temas prestados, y por otro lado con sus acercamientos románticos hacia Ellie Appleton (Lily James), una amiga de toda la vida y manager del señor que no le puede seguir el ritmo a su éxito, el cual pasa a ser controlado por la arpía Debra Hammer (Kate McKinnon), típica agente hiper chupasangre de artistas.

Así como la arquitectura dramática macro es francamente traslúcida y no esconde ninguna sorpresa en el horizonte, lo mejor del convite son las excelentes actuaciones de los tres actores principales y de un elenco que acompaña con gran eficacia, sumado a la siempre prodigiosa labor de Danny Boyle, el realizador británico de las recordadas Tumba al Ras de la Tierra (Shallow Grave, 1994), Trainspotting (1996), Exterminio (28 Days Later, 2002), Sunshine (2007), Slumdog Millionaire (2008), 127 Horas (127 Hours, 2010), En Trance (Trance, 2013) y T2 Trainspotting (2017); principal responsable de la introducción de la estética de los videoclips y la publicidad en el cine de la década del 90 (referencias a la cultura pop, instantes de corte onírico, edición entrecortada, sobreimpresiones sobre las imágenes, paleta de colores furiosos, preponderancia del cinismo, etc.). La literalidad de la propuesta en general, esa que a veces resulta adorable y en ocasiones un tanto frustrante porque impide un desarrollo más profundo de la idea central, se debe a las pocas luces del guionista Richard Curtis, un veterano de la comedia romántica con casi nula experiencia en otros géneros y en esencia conocido por diversos mamotretos insoportables como Cuatro Bodas y un Funeral (Four Weddings and a Funeral, 1994), Un Lugar Llamado Notting Hill (Notting Hill, 1999) y la franquicia de El Diario de Bridget Jones (Bridget Jones's Diary).

Yesterday consigue burlarse del desinterés y la abulia cultural del grueso de los mortales con sutil inteligencia, acusando a los padres de Malik de ser unos palurdos, a Hammer de un representante caníbal de la industria del espectáculo, a los directivos, productores y subalternos de la compañía discográfica de carecer de visión artística y sólo preocuparse por el marketing, y finalmente al público en general de “inflar” desmesuradamente a los músicos al punto de desdibujar su condición de seres humanos como cualquier otro, muchas veces llevándolos al punto del colapso psicológico por la presión y las expectativas acumuladas de manera demencial. La decisión de fondo de incluir al mediocre de Ed Sheeran -interpretándose a sí mismo- como una suerte de mecenas primigenio de Jack no fue de lo más afortunada, porque no hace falta comparar a Sheeran con The Beatles para decir que es un producto inofensivo y paupérrimo de nuestros días (se lo podría contrastar con muchos otros artistas de menor categoría que los Fab Four). Desde ya que más allá de todos sus pros y sus contras, el film mantiene su encanto a lo largo del metraje de la mano de la presencia de las canciones de la legendaria banda británica, eje de los acontecimientos y de las mejores escenas cómicas. Sin ser una maravilla, el opus de Boyle es un trabajo digno con algunos buenos momentos, como la charla con John Lennon (Robert Carlyle).