Y ahora adónde vamos?

Crítica de Miguel Frías - Clarín

La paz tiene cara de mujer

Hay cierto cine llegado de Oriente Medio que, a través de la fábula, intenta dar cuenta de la violencia y dejar moralejas sobre la necesidad de tolerancia. Ese cine suele celebrado por el público y también suele ser fallido.

¿Y ahora adónde vamos?

, de la libanesa Nadine Labaki (directora de Caramel ), forma parte de esta corriente. Pero su mirada, ingenua y maniquea -hablamos de una fábula-, se redime con algunas osadías. Sobre todo, la de alternar géneros, tonos y registros con cierta fluidez. Del drama o de la tragedia pasa a la comedia; del alegato social, a las coreografías musicales.

La historia transcurre en un pequeño pueblo del que sólo sabemos que está sitiado por francotiradores y minas enterradas. Y que sus habitantes, cristianos y musulmanes, conviven en permanente conflicto. Hablamos solamente de los hombres, quienes, al igual que los de La fuente de las mujeres , conforman un universo tosco, primitivo, machista, vengativo: generador, en gran parte, de la violencia.

Las mujeres de ¿Y ahora adónde vamos?

, en cambio, entienden -acaso por su capacidad para ser madres- que lo mejor es suprimir las fuentes del odio. Para esto, se unirán en una cruzada en la que no intentarán convencerlos con argumentos sino apaciguarlos con argucias. Desde fingir una comunicación mística hasta esconder un crimen; desde hacerles consumir hachís sin que lo sepan hasta llevarles -como si fuera obra de la casualidad- a un grupo de apetecibles bailarinas ucranianas.

Habrá otras situaciones por el estilo, menos verosímiles que simpáticas. Se destaca una coreografía, al comienzo, con todas las mujeres vestidas de luto, indiferenciadas, en el cementerio del pueblo, donde los muertos de ambas religiones yacen separados. Una secuencia eficaz que hace pensar que acaso esta película habría funcionado mejor como un musical completo.