X-Men: Días del futuro pasado

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Loco x el Cine

Lo mejor está por venir…

El Apocalipsis está cerca. Si son fanáticos de los X-Men lo saben. Pero todavía no estamos preparados para recibirlo. Por eso mismo, Bryan Singer nos trae Días del Futuro Pasado. Esta nueva entrega de la saga X-Men es acaso la más esperada desde La Batalla Final, para aquel que sigue las adaptaciones de los cómics, creados por Marvel, a partir del año 2000. Esperada porque marca el regreso del elenco original y lo combina con el de Primera Generación, esperada porque empieza a rearmar las piezas sueltas que dejaron las entregas de la primera trilogía y las entregas de Wolfverine. Esperadas porque Bryan Singer, luego de varios traspies personales, se volvió a poner detrás de las cámaras.

Se trata, además, del proyecto más ambicioso de todos, y no solo por la cantidad de actores y personajes que aparecen, sino porque debieron crear dos mundos: un alternativo futuro, oscuro, con humanos y mutantes esclavizados por máquinas en una visión muy similar a la de Terminator 2: El Día del Juicio Final, con reminiscencias a Metrópolis y Tierra de los Muertos, y un alternativo 1970, con Richard Nixon en la presidencia aprobando la utilización de Centinelas para destruir a la nueva amenaza, post vietnamita, llamada: Mutantes.

El eje de la historia es el Dr. Trask (maravilloso Peter Dinklage, aun cuando no tiene demasiada potencia como villano) un científico que odia a los mutantes – nunca conocemos los verdaderos motivos – que inventa una legión de robots para aniquilarlos. Sin embargo, Trask es asesinado por Mystique. Este hecho sucedido en los ’70 provoca que los científicos confirmen que los mutantes son peligrosos y por lo tanto, la invención de los “centinelas” – que solamente están programados para matar mutantes – sea inminente. Cuando los científicos atrapan a Mystique, mezclan su gen mutante con los de los Centinela, y de esta manera los robots, adquieren la fuerza y poder del adversario mutante en pos de destruirlo y hacerse invencible. El futuro. Los mutantes están en guerra y la única manera de evitar la destrucción total de la especie es que alguien detenga a Mystique antes de matar a Trask. Kitty (Elle Page) es capaz de regresar la mente de las personas a sus cuerpos originales en los años 70 – tampoco se explica como Kitty adquiere ese poder, dado que ella solamente traspasaba paredes y espacios – pero cuanto más largo sea el viaje en el tiempo, más se deteriora la mente. El único con la capacidad de resistir es Wolfverine, ya que su mente se puede autosanar. Wolfverine debe viajar a su cuerpo en los ‘70 para convencer al joven Xavier – que en el futuro está inexplicablemente vivo – para que manipule a Mystique y no mate a Trask.

Aunque parezca muy complejo, todo esto se explica en los primeros 5 minutos del film. El resto es una mezcla de Terminator con Volver al Futuro y algo de Watchmen: Xavier en los 70 perdió su escuela de mutantes y está hecho un hippie deprimido – el Teniente Dan de Forrest Gump – y no quiere ser mutante. Magneto está recluido en una prisión dentro del Pentágono por asesinar a Kennedy. Wolfverine va encontrando palos constantes frente a su camino que debe resolver, a medida que encuentra nuevos mutantes aliados.

El film es acaso el más divertido, entretenido y adrenalínico de la historia de los X-Men. Bryan Singer, confirma que sigue teniendo buen pulso para narrar, después de los fracasos de Jack, El Cazagigantes, y las subvaloradas Operación Valkyria y Superman Regresa. La habilidad por lograr una relato fluido con tal complejidad argumental, sin caer en discursos obvios es admirable. Además vale destacar que el film tiene al menos tres secuencias inspiradas a nivel audiovisual: el escape de Magneto – con un estilo muy Zack Snyder pero con más humor – el primer intento de asesinato de Trask en Paris y la secuencia final. Si bien es poco lo que aporta el 3D el viaje logra ser bastante divertido.

El problema principal de la película es su guión. Si bien Singer y el guionista Simon Kingberg se arreglan para que tenga cierta coherencia narrativa, abarca tantas historias y subtramas que no logra tener una suficiente cohesión para que todo quede realmente claro. Hay demasiados huecos e interrogantes sueltos relacionados con las anteriores entregas – personajes muertos que reviven, personajes que son más jóvenes en esta entrega que en otras, inéditas elipsis temporales – y varios errores históricos. Además, ningún personaje tiene suficiente desarrollo para terminar poniéndose el film sobre los hombros. Es más bien un pase de postas, donde cuando un personaje le pasa el protagonismo a otro, queda olvidado. Estas falencias en el guión, sumado a un pequeño dejo de solemnidad, característico en Singer, provocan que el film no sea tan efectivo como se supone que sea. Con menos pretensiones y ambiciones, X-Men: Primera Clase, de Matthew Vaughn, terminaba siendo una película más redonda, divertida y sólida.

Con un elenco que consigue trabajos convincentes, más allá de la poca profundidad de los personajes y notables efectos visuales, X-Men: Días del Futuro Pasado, aún con desniveles, es divertida, violenta (la más oscura y violenta de todas) entretenida y demuestra que Singer está en forma y sobretodo nos prepara – tomando en consideración el excelente avance pos créditos finales – para X-Men: Apocalipsis, sin dudas, el gran sueño de todo fanático de la mitología mutante.