X-Men: Días del futuro pasado

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

La nueva película de los mutantes se caracteriza por ser, si bien no la más sólida, la más conciliadora en cuanto a errores y aciertos de las anteriores aventuras. De ahí que su nombre resulte por demás apropiado: Días del futuro pasado remite a los mejores personajes de las últimas películas (en presente pero, sobre todo, en pretérito), sus acciones y sus arcos dramáticos, a la vez que omite, al menos en parte, los pasos en falsos de capítulos fallidos como Origins: Wolverine y X-Men 3: The Last Stand. Este apretón de manos entre vieja escuela y joven generación (o "first class", en base al título anterior) da como resultado un film diseccionado en dos partes, que gracias a que tira más para un lado que el otro, sufre de un imbalance incómodo que cada vez que recurre al montaje paralelo, inevitablemente corta el ritmo narrativo.

En el futuro, Kitty Pride (Ellen Page) envía al pasado a Wolverine (Hugh Jackman, quien a esta altura puede interpretar a su personaje con los ojos cerrados y caminando en reversa) para cambiar hechos históricos que llevaron a la Tierra a la devastación casi total. La genial idea pertenece al profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) junto con el mismísimo Magneto (Ian McKellen), quien deja de ser villano -al menos, en una de las líneas temporales- para convertirse en un valuable aliado. La cronología se parte así en dos: futuro incierto y 1973, con vestidos y peinados funky por doquier, gracias a una sobreestilización de la época que funciona como apartado humorístico y encuentra su mejor momento en una notable escena que tiene al mutante Quicksilver (Evan Peters) rompiendo récords de velocidad e ingenio. El acompañamiento musical de dicha escena redondea un momento perfecto que, lamentablemente, no se repetirá en lo que queda de la película.

Es justamente por culpa de esta fragmentación temporal que la película, si bien divierte -aunque no asombra- está plagada de altibajos: en sus mejores pasajes es ingeniosa, dinámica y ágil, y en sus peores todo lo contrario. El salto de un extremo a otro es capaz de producirse en apenas un espasmo de Wolverine que lo devuelve al futuro y en el paso le da una temporal amnesia.

Pese a sus irregularidades, X-Men: Days Of Future Past es un bienvenido regreso de la saga a los buenos viejos tiempos, aunque ésta última frase conlleve más de un dolor de cabeza de ser analizada en base a los teorías erradas de la película.