X-Men: Días del futuro pasado

Crítica de Leonardo González - Río Negro

El tiempo es mutante

Desde que la industria cinematográfica se erigió como tal, siempre encontró en el Noveno Arte (el cómic) variadas e interesantes historias para adaptar. Si bien Superman (1978) dio el puntapié inicial para que las historietas sean llevadas seriamente al cine, el Batman (1989) de Tim Burton creo la ola gigante que hoy nos bañas con muchos -y cada vez más- filmes de superhéroes. Entre los pioneros de esta moda estuvo el director Bryan Singer, que venía de realizar Los Sospechosos de Siempre (1995) y El Aprendiz (1998). Recomendación: si no las vieron, corran a hacerlo.

En el año 2000 Singer se decidió a llevar a la pantalla a los X-Men, un grupo de superhéroes mutantes creados para Marvel por Stan Lee y Jack Kirby en 1963. Hay que recordar que en nuestro país no contaban con la popularidad de otros personajes (Superman, El Hombre Araña, Batman), pero 14 años después se erigieron como favoritos de los espectadores. Es por esto que X-Men: Días del Futuro Pasado, séptimo film de la saga, es uno de los tanques más esperados por los fanáticos. Y, para ser sinceros, estamos ante el mejor film de la franquicia.

La película se basa (con varios cambios significativos) en el cómic homónimo escrito por Chris Claremont y dibujado por John Byrne en 1981. En el futuro unos robots llamados Centinelas encarcelaron en campos de concentración a los mutantes y a los humanos que intentaron ayudarlos. Todos aquellos que se resistieron fueron asesinados, incluso los humanos poseedores del gen mutante para que no tengan descendientes. Sólo un pequeño grupo de mutantes sobrevive, escapando de un enemigo que es imbatible. La única chance que tienen es tratar de viajar al pasado para cambiar el curso de los acontecimientos. Kitty Pride (Ellen Page) usará sus poderes para enviar la conciencia de Wolverine (Hugh Jackman) a su cuerpo de 1973. El mutante deberá evitar un hecho puntual que desencadenará este sombrío futuro, y para eso deberá pedir la ayuda de los jóvenes Charles Xavier (James McAvoy) y Magneto (Michael Fassbender).

El principal atractivo que tiene este filme, sin ninguna duda, es la chance de poder ver a todos los mutantes (o actores) que aparecieron en la saga: Patrick Stewart (Charles Xavier), Ian McKellen (Magneto), Halle Berry (Tormenta), Shawn Ashmore (Iceman), Anna Paquin (Rogue), Daniel Cudmore (Coloso), más los que habían aparecido en X-Men: Primera Generación (2011) como Jennifer Lawrence (Mystique), Nicholas Hoult (Bestia) y Lucas Till (Havok), entre otros. Y también podrán ver nuevos personajes, pero es mejor que se sorprendan.

El villano en esta ocasión es Bolivar Trask (Peter Dinklage), inventor de los Centinelas, que en las historietas no es un enano como en el film. Esto no es casual, ya que el punto del filme es el odio y resentimiento hacia el diferente. Trask es un enano, alguien que no encaja en lo "normal" de la sociedad, y es él quien pregona que el mutante es un enemigo al cual hay que extirpar, otros seres "anormales". Otro gran punto del film es que está película trata de borrar los errores que dejaron las anteriores, o explicar algunas cosas que quedaron en el tintero, -no todas, aclaremos- para que la saga tome un nuevo impulso. Atentos con las apariciones especiales y, por supuesto, quédense hasta el final de los títulos para ver una escena que es el punto de partida de la ya anunciada X-Men: Apocalypse (2016). Será difícil superar este filme, pero los mutantes son la evolución del ser humano y todo lo pueden lograr.