X-Men: Dark Phoenix

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

UN FINAL DESANGELADO

Hace unos meses, en una entrevista en Late Night with Seth Meyers, Mark Hamill contó una anécdota genial del rodaje de La Guerra de las Galaxias: estaban filmando una escena que era inmediatamente posterior a la secuencia del compactador de basura y él, preocupado por cuestiones de continuidad, le pregunta a Harrison Ford “¿No debería estar con el cabello todo mojado y desordenado?”. La respuesta de Ford fue tan sabia como hilarante: “chico, no es ese tipo de películas. Si el público está mirando tu cabello, estamos todos en grandes problemas”. Menciono esto porque, mientras miraba X-Men: Dark Phoenix, no pude evitar en varios pasajes preguntarme cosas como “¿No debería Magneto lucir como alguien de 60 en vez de 40 y pico?”. Y lo cierto es que si uno como espectador está pensando en esas pavadas, eso es señal de que un film está en grandes problemas porque no ha conseguido delinear un verosímil propio.

No deja de ser un tanto paradójico que la franquicia que –con todos sus desniveles- abrió un poco las puertas al boom del género de superhéroes, termine cerrando con una película que luce envejecida al lado de sus contemporáneas, y no solo porque llega un poco tarde con algunos exabruptos seudo-feministas. Parte de la explicación puede encontrarse en una ausencia, que es la de Bryan Singer, quien supo construir personajes potentes en X-Men y X-Men 2, además de profundizar la relectura del imaginario audiovisual de la Guerra Fría en X-Men: días del futuro pasado y X-Men: Apocalipsis, luego de las primeras huellas que dejaba Matthew Vaughn en X-Men: Primera Generación. Todos esos films distaban de ser perfectos, pero en ellos se podía notar que había un realizador con un universo potente y personal. La saga de los X-Men, para bien y para mal, era de Singer, tenía su marca de fábrica, que en esta última entrega luce totalmente diluida, por más que quien esté a cargo de la dirección sea Simon Kinberg, quien venía colaborando desde hace un rato largo en este mundo cinematográfico en los guiones y la producción.

Ahora bien, Dark Phoenix pierde hasta en la comparación con X-Men: la batalla final, que también tenía como núcleo central la transformación de Jean Grey en esa entidad (auto) destructiva llamada Fénix. Aquella película dirigida por Brett Ratner era un despiole total, que quería contar un montón de cosas y fallaba en casi todas sus resoluciones, pero por lo menos exhibía algo de atrevimiento en su voluntad por amontonar eventos, personajes, tramas y subtramas. Era un film excesivo, llevado adelante por un director sin ideas propias, pero por lo menos brindaba algunos pasajes emotivos cuando empezaba a liquidar figuras emblemáticas. En cambio, esta especie de reversión, por más que tenga un enorme presupuesto, peca de falta de ambiciones y riesgos: los conflictos personales son superficiales y repetitivos; la antagonista principal (una Jessica Chastain desperdiciada) es totalmente irrelevante; el retrato de época no sale de lo meramente decorativo; y el choque entre humanos y mutantes atraviesa todos los lugares comunes posibles.

En Dark Phoenix no hay nada nuevo o que sacuda mínimamente las expectativas: eso se puede ver, por ejemplo, con una muerte que debería ser demoledora pero que no genera nada. Por eso no sorprende que cada uno de los protagonistas –especialmente Charles Xavier- se la pasen enunciando oralmente sus dilemas internos o explicando qué es lo que van a hacer. En el medio se pierde el drama existencial, la inventiva audiovisual y la fisicidad, con lo que solo quedan un par de escenas de acción mínimamente rescatables. Es factible que las idas y vueltas que generó la adquisición de 20th Century Fox por parte de Disney hayan afectado el ensamblaje final de la película, que alterna entre ser una secuela más y la clausura definitiva de esta encarnación cinematográfica de los X-Men, sin decidirse por completo entre una alternativa u otra. Lo cierto es que eso nunca lo vamos a saber por completo y lo que queda es un film que nunca hilvana un camino propio o en función de una construcción que lo trascienda. Dark Phoenix empieza y termina, pero eso nunca llega a importar, porque su único mérito es existir.