WiñayPacha

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Pintura intimista a 5.000 metro de altura en los Andes peruanos

A más de 5.000 metros de altura, en los Andes peruanos, vive este matrimonio integrado por Phaxsi (Rosa Nina) y Willka (Vicente Catacora). Sus edades son indefinidas. No cabe duda de que el paso del tiempo hizo lo suyo. Pero además el clima hostil, que es dañino para el ser humano, como así también las malas condiciones sanitarias y de confort, sumados a que están solos en ese valle, asilados de otras personas, los envejece mucho más. Ellos tienen un hijo que se fue a la gran ciudad hace mucho tiempo y no los visita. Sólo se tienen el uno para el otro.

Presentados de esta manera se desarrolla una historia intimista y profunda de dos personas que viven y mantienen las costumbres de sus ancestros. Practican todos los rituales y ofrendas a sus Santos y a la Pachamama, siempre hablando en aymará, su lengua materna.

El director Oscar Catacora creó una ficción para mostrarnos cómo se las arreglan los habitantes de las altas montañas, que tienen sus propias reglas y quieren permanecer así.

A lo largo del film podemos apreciar, durante una sucesión de días, qué es lo que hacen allí. Sus quehaceres domésticos, tareas cotidianas tanto dentro como fuera de la casa de piedra y paja, donde se dedican a la crianza de ovejas y producción de alimentos para consumo propio, a partir de un pequeño cultivo. Todo lo hacen muy lentamente, tienen todo el tiempo del mundo, y la velocidad del relato coincide perfectamente con el modo de vida de los protagonistas.

Pese a que los primeros minutos podría intuirse como si las imágenes fuesen de un documental, no es así porque todo se va convirtiendo lentamente en un drama.

Cuando van a celebrar su año nuevo en el altar construido en una montaña, la suerte le será esquiva y todo lo que hasta aquí parecía estar en paz y armonía, una serie de infortunios les irá haciendo mella en sus cuerpos y almas.

La película está narrada con muchos planos fijos, tanto en interiores como en exteriores, adecuándose a los movimientos de los intérpretes y a la rigurosidad del terreno. Cuenta con un muy buen sonido directo para que se escuchen perfectamente los cortos diálogos, con el viento de fondo, como única melodía.

Con un guión bien armado, donde los puntos de giro son exactos y contundentes, logran crear intensidad y crudeza en la historia, como para poder observar cómodamente desde una butaca a los que nacieron en esos sitios, que saben perfectamente cómo vivir, sufrir, soportar el dolor, llorar y, a pesar de todo, seguir adelante con dignidad.