Wendy & Lucy

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Piedra rodante

Una chica en problemas es el centro de este drama.

No se trata de una nueva realizadora -su primer filme es de 1994 y luego estuvo haciendo cortos y dando clases en universidades durante varios años antes de volver al largometraje con Old Joy en 2006-, pero lo cierto es que Kelly Reichardt, gracias a sus últimos tres filmes, se ha convertido en una de las realizadoras más interesantes del panorama actual del cine norteamericano.

Entre medio de Old Joy y Meek’s Cutoff (de 2010, en competencia en la reciente edición de Venecia), Reichardt realizó en 2008 la que sería su película más popular con Wendy & Lucy , retrato íntimo, personal -y a la vez social- de una joven que viaja junto a su perro y con poquísimo dinero con la idea de irse a la zona de Alaska donde la espera un trabajo.

Los problemas para ella comienzan cuando se le rompe el auto en el medio de la nada, cerca de un pueblo chico en una zona bastante abandonada. Allí deberá permanecer mientras intentan reparar el auto, aunque no parece muy probable que la chica pueda hacerse cargo de los gastos. No se sabe mucho de su pasado, pero intuimos que sus recursos son mínimos.

La situación se complica más cuando ella decide robar algo de comida para su perra (la Lucy del título), un empleado la descubre, la detiene y termina en la comisaria con una multa. Allí no acaban los problemas. Además de sin dinero y sin auto, Wendy se queda sin su fiel perra, que desaparece en medio de estas complicaciones.

Contado así, puede parecer una comedia de enredos. Nada más lejano que eso. Reichardt (los que vieron Old Joy pueden atestiguarlo) es una cineasta apegada al realismo, a cierto lánguido naturalismo en el que las cosas suceden a su tiempo y se desarrollan de una manera tan calma como inevitable. No hay histrionismo ni explosiones dramáticas en Wendy & Lucy . Lo que hay, en cambio, es una creciente desesperación por la suerte de la chica, interpretada por Michelle Williams, que recibió varios premios por este rol y también protagonista de Meek’s Cutoff .

Enfrentada a gente del pueblo que la mira con desdén y a otros -en general vagabundos y desposeídos- que la ayudan en su mala pasada, Wendy termina deambulando por ese olvidado pueblo del noroeste estadounidense, buscando a su perra, atrapada en su libertad. A mitad de camino entre el primer neorrealismo (se la podría comparar en cierto modo con Ladrones de bicicletas ) y cierto aire bressoniano (Wendy tiene algo de mártir, como la protagonista de Mouchette ), en realidad Wendy & Lucy más se asemeja a algún blues o balada popular norteamericana que pone en paralelo la depresión de los años ‘30 con los Estados Unidos de la entonces inminente crisis económica de 2008.

O, más que cualquier otra cosa, uno podría imaginarse a la historia de la chica vagabunda, su auto roto, su perro perdido, el pueblo chico y la ruta, la larga ruta con destino incierto, como una canción de Bob Dylan llevada al cine. Algo de eso hay.