Welcome to New York

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Interesa, aunque no siempre hace honor al escándalo realInteresa, aunque no siempre hace honor al escándalo real

Gerard Depardieu se convierte en Dominique Strauss-Kahn en esta película de Abel Ferrara sobre el famoso escándalo en el que una mucama de un hotel neoyorquino acusó de abuso sexual al que podría haber sido el siguiente presidente de Francia.

Como sucede en estos casos, los nombres están cambiados, y el personaje de Depardieu se apellida Deveraux, pero la vuelta de tuerca es unir al actor cuya biografía está llena de situaciones procaces como la que describe el film-, lo que queda claro desde un prólogo en el que Depardieu se interpreta a sí mismo. A lo largo del film, esta especie de simbiosis se produce varias veces, especialmente hacia el final.

Pero lo más picante de "Welcome to New York" sin dudas está al principio, con la llegada de Deveraux a un elegante hotel donde hace las mil y una, a veces jadeando como un jabalí moribundo al recibir sexo oral de una escort de alto nivel, o actuando como si estuviera en el séptimo cielo cuando hace que dos prostitutas jueguen entre ellas. Las cosas se ponen más feas cuando entra a su cuarto una mucama que, luego de preguntar varias veces si hay alguien para poder hacer la limpieza, se encuentra con el auténtico Obelix saliendo de la bañera en todo su espantoso esplendor (la figura de Depardieu resulta casi más apropiada para un adicto a las grandes de muzzarella que para un adicto al sexo). Más allá de lo grotesco, la escena es realmente fuerte, y lo que llama la atención durante el resto de la película es la escasa participación del personaje de Pamela Afesi dada su importancia en la trama.

Son muy interesantes las escenas del encarcelamiento y proceso del protagonista, pero cuando llega su esposa (una muy eficaz Jacqueline Bisset) el asunto deriva a un drama conyugal no tan intenso dado el caso. Con un comienzo tan fuerte, la película naturalmente se va volviendo más leve y menos interesante y, en ese sentido, Ferrara no hace mucho para cambiar las cosas, salvo filmar excelentes planos de Nueva York, ciudad que conoce como pocos, y de darle rienda suelta a Depardieu para que mezcle el personaje consigo mismo. La película llama la atención por tratar un caso tan conocido y discutido, pero no siemrpe está a a altura de lo que se podría esperar.