Warcraft: El primer encuentro de dos mundos

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Duncan Jones lo pudo hacer. Su inventiva y capacidad para plasmar en una película el universo del uno de los videojuegos más famosos del mundo destaca en una de las producciones más esperadas de los últimos años.
Y doblemente su logro es interesante ya que hace tiempo que una cinta inspirada en un videojuego no podía trasladar la épica y la mística que atrapa a los gamers de todo el mundo.
Quizás sea el 2016 el año en que esa tendencia finalice, porque con la adaptación de “Angry Birds” (USA, 2016) y ahora con “Warcraft: El primer encuentro de dos mundos” (USA, 2016) la imaginación o las ideas preconcebidas sobre una posible transposición que refleje fielmente los juegos en los que se inspiran se han hecho reales.
Así, en el arranque de “Warcraft: El primer encuentro de dos mundos” nos adentraremos en la historia de Durotan, uno de los líderes orcos, que a punto de ser padre verá cómo su mundo trastabillará al ser obligado a trasladarse a la Tierra siguiendo la decisión de Guldan, uno de los más siniestros magos de su raza, a quien nada ni nadie le interesa.
En ese atravesar el portal, en un despliegue irrefrenable de efectos especiales comienza el filme, y a partir de allí continuará con la historia del paso de mundos a través de un portal, y el enfrentamiento ancestral entre orcos (gigantescos seres sedientos de venganza) y hombres, consolidando a “Warcraft” como una apuesta al género de acción.
El filme, además de la impronta realizada desde la animación, además toma aditamentos y estereotipos de aquellas clásicas y recordadas cintas en las que la épica potenciaba conflictos narrativos e inspiraba su empatía con la necesaria identificación con alguno de los líderes presentados.
En esta oportunidad, cuando Durotan comienza a luchar por él, su pueblo, su hijo y su estirpe, y además genera alianzas con los humanos y con Garona (la ascendente Paula Patton), la mujer que encierra en sí misma parte humana y parte orco, para poder, de alguna manera evitar el deseo de conquista irrefrenable de Guldan y los suyos, la película avanza con una solidez narrativa única.
La representación de los orcos, de una calidad increíble, como así también la presentación de escenarios en los que las batallas, pero también la reflexión sobre los dos mundos, acercan el filme a relatos como “Avatar”, en los que, más allá de la impronta relacionada a las batallas, prima cierto trabajo superficial sobre la ecología.
Y si “Warcraft: El primer encuentro de dos mundos” supera justamente las limitaciones con las que se encontraba antes de poder arrancar con el relato, es porque en la elección de una narración clásica y convencional le permite superar cualquier obstáculo con el que originalmente podría haberse topado.
Si la historia de los orcos es más importante que la de los humanos, es porque justamente la imaginativa de Jones y el grupo de creadores de “Warcraft” posibilita un viaje hacia un mundo fantástico en el que estos seres invitan a un viaje único lleno de aventuras y entretenimiento.