Walsh entre todos

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Pintando desde la memoria

Carmen Guarini es una de las documentalistas más prolíficas y talentosas del cine nacional actual, quien a través de varias obras ha tematizado un asunto como la memoria y expuesto teorías a su alrededor. En Walsh entre todos continúa ese camino a partir de un abordaje cercano a la obra del artista plástico Jorge González Perrin, quien se ha referido al asunto de los derechos humanos, los crímenes de la dictadura y el legado de los familiares de los desaparecidos desde una perspectiva que unificó el discurso artístico con el político (se puede decir que todo arte es político, pero aquí hay una intención mayor): por un lado un aspecto formal bien definido y por otro lado una apuesta por lo colectivo. La obra de referencia, y la que le da título al documental, tiene que ver con un retrato de Rodolfo Walsh realizado por cientos de personas, cada uno pintando una pequeña porción, en el marco de las movilizaciones por el 24 de marzo.

Las películas de Guarini son como un ovni en el panorama del documentalismo argentino. Si lo que proliferan son los diarios de viaje y las apuestas autorreferenciales, donde el autor sobresale explícita y ególatramente en el discurso, la directora esquiva esas opciones y recupera las más nobles herramientas del cine: una cámara que se mete en el proceso creativo, que analiza a su personaje y su palabra, que deja expresar sin intrusiones, que apuesta por la invisibilidad del autor a favor de la potencia del discurso de los entes que pueblan el encuadre. En Walsh entre todos lo que la directora captura sin intromisiones es cómo las decisiones artísticas tienen una fuerte impronta política, que en el caso de González Perrin tienen que ver con la recuperación de la memoria a través de la utilización de los colores en sus pinturas. De ahí, que esa memoria se actualice y continúe viva. Y que de eso participen varias manos, no es un dato menor y permite la recuperación de los sectores populares sobre las herramientas discursivas del arte, muchas veces enclaustradas y restrictivas.

Lo que sí se extraña en Walsh entre todos, en relación a otros trabajos de Guarini como Tinta roja o Gorri, es la ausencia de un discurso que problematice los símbolos que se exhiben. Es como si la directora no tuviera preguntas que hacer sobre el aporte de González Perrin, alguien que evidentemente reúne formas heredadas del ámbito publicitario en sus acciones. Sin que ello vaya en detrimento de la causa de fondo (la memoria y el recuerdo a los desaparecidos), sería interesante algún aporte vinculado sobre cómo el más banal ámbito de la publicidad y sus modos de transmisión pueden generar un vínculo con el discurso político y militante. Tal vez las banderas de La Cámpora o Kolina, y las remeras de Néstor y Cristina, que aparecen en algunos encuadres de este documental, digan más sobre este asunto que el prolijo trabajo que entrega esta vez Guarini.