Wakolda

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Hay en el cine de Lucia Puenzo (Argentina, 1975) una notoria y marcada preocupación por el cuerpo y sus transformaciones. Si en “XXY”(Argentina, 2007) estaba Alex, una mujer/hombre en proceso de definición, y en “El niño Pez” (Argentina, 2009) nos contaba cómo los cuerpos dionisíacos de Lala y la Guayi se entregaban a los placeres, en su nueva realización “Wakolda” (Argentina, 2013) hay un cuerpo, el de Lilith (Florencia Bado), que se lo fuerza a transformar, pero esto es sólo una excusa para acercarse a un pasado oscuro de la historia política mundial, el nazismo.
El Sur argentino, precisamente Peumayén, es el marco que elige Puenzo para adaptar su novela homónima en la que una joven inicia su paso hacia la pubertad y el despertar sexual plagada de dudas y de miedos en un ambiente nuevo.
Sus padres Enzo y Eva (Diego Peretti y Natalia Oreiro) deciden ir a regentear una hostería familiar en las afueras de Bariloche y en el trayecto, un largo viaje por caminos inhóspitos, se encuentran con Josef, un médico de origen alemán (Alex Brendemul) que supuestamente está perdido y deciden ayudarlo.
Cuando llegan al lugar, el misterioso médico decide ser uno de los primeros huéspedes del hotel, porque detrás de su actitud bondadosa hay algo más, existe un interés oculto por Lilith y su madre (embarazadísima de mellizos), por lo que intentará además capturar a Enzo con inesperadas inversiones en su proyecto de fabricar muñecas en serie(VER DETALLE MUÑECAS).
Es que Lilith tiene un problema de crecimiento (genes recesivos) que la hace verse mucho más pequeña de edad ante los otros, y este científico es un experto en tratamientos genéticos. Con Eva deciden aceptar la propuesta de empezar a inyectar a la niña para que crezca.
El cuerpo de Lilith empieza a responder, de manera lenta, pero violenta. Los efectos secundarios llegan (fiebre, urticaria, dolor, mucho…) y Enzo quiere agarrársela con Josef por haber tocado a su hija. Pero cuando se entera que Eva lo había autorizado y el parto de los mellizos se adelanta, se queda perplejo.
Obviamente hasta ese momento nunca siquiera sospecharon sobre la verdadera identidad del médico. Pero sí lo hicieron otros como Nora (Elena Roger) una fotógrafa y bibliotecaria que está buscando a los jerarcas nazis escondidos en el lugar.
En la película hay un trabajo sobre la otredad radicado principalmente en la mirada. Si bien los ojos denotan desconfianza (entre ellos) es curioso que justamente nunca sospechen del misterioso médico Alemán y sus verdaderas intenciones.
También hay una preocupación por trabajar el paso a la adultez y el fin de la inocencia (primer beso, menstruación), marcado por las pérdidas que deberá sufrir Lilith, que aún juega con sus muñecas, y particularmente con una (WAKOLDA) que iba a tener un corazón pero nunca la terminaron.
Paisajes desolados, abiertos, áridos, con una puesta cuidada y pensada de antemano, y una gran reconstrucción de época (vestuario, mobiliario, automóviles, etc…) “Wakolda” sigue afirmando a Lucía Puenzo como una de las noveles directoras con una impronta y poética propia. Además se afianza con esta cinta en la creación de atmósferas y climas, generalmente opresivos, que logran en momentos de revelación (como cuando acá se descubre la identidad de Mengele) generar una tensión única y propaladora.
Si bien puede tildarse a la película por momentos de lenta, ese ralentie es necesario para poder ir creando el verosímil y la curva dramática hasta la secuencia final. “Wakolda” es una película necesaria para poder seguir reflexionando sobre la maldad en una de sus versiones más oscuras y la posiblidad de “humanizarlo”.