Wakolda

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Otoño de 1960. Por la ruta desértica rumbo a Bariloche, para hacerse cargo de la hostería de la abuela alemana, una familia entabla relación con un médico veterinario experto en genética. La nena de la familia tiene problemas de crecimiento. El profesional se ofrece a tratarla. Hay quienes aceptan, y quien se muestra reticente. Bastante después empezarán a preguntarse algunas cosas.

Tal es, básicamente, la intriga. La familia procura afianzarse en terreno hermoso pero exigente, la niña despabilada empieza a sentir curiosidad por ciertos misterios, el vecindario los provee a niveles peligrosos, en el colegio los alumnos mayores mantienen ideas y comportamientos inquietantes, el médico es afable y cerrado al mismo tiempo, seductor de comportamiento extraño pero resultados esperanzadores, con una rara inclinación por las muñecas. ¿Importa saber más, si la nena empieza a crecer? Ya bastante tiene la madre con su propio embarazo.

¿Importa saber también el nombre del médico? ¿Qué hizo quince años atrás en otro lugar? ¿Qué puede hacer todavía en éste, de bueno o de malo? La historia es ficticia, pero el personaje existió de veras, y en el espejo de esa familia podemos apreciar las diferentes etapas de una sociedad, desde el respeto y la admiración hasta el aprovechamiento y la discreta connivencia, y recién cuando la cosa cambia, el juicio moral. Sería tentador aplicarles el test de Milgram sobre deslindamiento de responsabilidades.

En su novela "Wakolda", Lucía Puenzo nos dice desde el comienzo quién es el sujeto (un médico que abusó más que otros de la omnipotencia del título para hacer experimentos sin mayor respeto ni protocolo). Pero en su película, quien lleva la historia es la nena. Solo junto a ella, de a poco, iremos conociendo las cosas. El resultado es, en varios aspectos, mucho más interesante. En verdad, casi todas las variaciones fueron para bien. No vemos la perturbadora fascinación infantil que pinta el libro (para ciertos temas la literatura tiene más libertades que el cine) pero en cambio muchas situaciones y algún personaje lateral se hacen más convincentes.

Ayudan a ello las excelentes actuaciones de la niña Florencia Bado, Natalia Oreiro, Diego Peretti, el catalán Alex Brendemühl y Elena Roger, la ambientación precisa y el vestuario sencillo pero cuidadosamente de época (respectivamente, Marcelo Cháves y Beatriz Di Benedetto), una fotografía que contrapone sin subrayados la inmensa belleza del lugar con la mísera ruindad de los hombres (no lo parece pero es el primer trabajo de Sebastián Puenzo como director de fotografía), el sonido y la penetrante música. Rodaje en Tunkelen y alrededores. Asesor, Carlos Echeverría, experto conocedor del nazismo en Bariloche ("Pacto de silencio", "Juan, como si nada hubiera sucedido").